Reconociendo la Realidad

Golpeando la puerta para abrirla, la puerta se sacudió violentamente, sorprendiendo a todos en la habitación.

Xing Xiaoya estaba acurrucada en un rincón; sus delgadas ropas estaban teñidas de rojo. Cuando vio a Huo Xiaoran, fue como si hubiera visto un salvavidas. Un atisbo de sorpresa cruzó por sus miserables ojos.

—Hermano Xing Chen, sálvame. Sálvame. Me golpearon. Duele. —Xing Xiaoya había estado llorando toda la noche, y su voz era ronca como la de un pato.

Huo Xiaoran la miró con desdén. Los guardaespaldas se acercaron a él respetuosamente y bajaron la cabeza. Se inclinaron y dijeron respetuosamente, —Presidente Huo, esta mujer se niega a confesar. No importa cuánto la golpeemos, ella niega haber provocado el incendio.

Xing Xiaoya miró a Xing Chen con expectación. Pensó que su paciencia y persistencia durante la noche definitivamente disolverían las sospechas del Hermano Xing Chen. Si él se daba cuenta de que había cometido un error, sentiría un sentido de culpa hacia ella.