—¿Qué piensas? —preguntó sonriendo Qin Huai.
¿Debería aceptar? —Zhao Youlin estaba en un dilema.
—Todos ustedes, salgan. Espérenme en la sala de estar. Hablaré con el Señor Qin a solas —Zhao Youlin apretó los dientes al decir la última frase. Era claro lo reacia que estaba.
Olvídalo. Hablemos a solas entonces —este era su territorio. ¿Podría este bastardo devorarla?
Podrían hablar más, pero los documentos que él tenía en sus manos no eran de fácil acceso. Esto se podía saber con solo mirar el progreso que habían hecho los hombres que ella contrató, en comparación con él.
Quizá, con tiempo, podrían haber dado frutos, pero eso significaba más tiempo, y aún así era solo una posibilidad, a diferencia de la certeza que este hombre tenía en sus manos —sería solo una pérdida de más energía y tiempo.
Zhao Youlin no creía que tuviera tanta paciencia, ni que tuviera tanta energía y tiempo.