Nadie podría culparla, pensó Zhang Jiren. No había sido fácil para Tang Moyu intentar ganarse la aprobación de sus padres, sin saber que era inútil. Zhang Wuying nunca podría aceptarla porque era la hija de su esposo con otra mujer.
Lo que la joven emperatriz no lograba darse cuenta era que su padre sí la quería, aunque a su manera. Tang Lixue sabía que le faltaba como padre por muchas razones, pero realmente amaba a Moyu.
Zhang Jiren podía ver la vacilación en los ojos de su padre. Parecía que no quería dejar ir a su hermana, pero Tang Moyu decidió partir. Quizás ella también comprendió que necesitaba valerse por sí misma, ser independiente para ser libre. Vivir sola en tierra extranjera no sería fácil para ella. Tendría que hacer todo por su cuenta, ya que su niñera no podría acompañarla esta vez.
—Está bien. Cuídate, Moyu. Si sientes que no puedes más, llámame y yo te traeré de vuelta tan pronto como pueda —le dijo Tang Lixue a la joven emperatriz.