La próxima vez que Li Meili recuperó la conciencia, se encontró en una habitación privada de hospital. Iba vestida con una bata de hospital y su nariz captó un ligero aroma a lejía y algo medicinal mezclado con el aroma de limón.
—Gracias a Dios que despertaste.
Li Meili frunció el ceño y giró la cabeza. Ahí estaba Zhang Jiren, mirándola, su apuesto rostro lleno de ansiedad. Estaba obviamente preocupado por ella. Detrás de él estaba Tang Moyu, que había estado yendo de un lado a otro, esperando a que despertara.
—¿Q-qué pasó? —preguntó Li Meili.
—Te desmayaste. Por suerte, la Anciana Lan te vio y te trajo rápido aquí —respondió Tang Moyu; su voz tenía un tono de preocupación—. No vuelvas a asustarme así. No tienes idea de lo impotentes y asustados que estábamos cuando recibimos la llamada de la Anciana Lan.