Mientras la carrera y la vida de Xing Yiyue continuaban en picada, a la emperatriz ni le preocupaba. Su principal inquietud era poder aprehender pronto a Zhu Ziqian, para así buscar justicia por la muerte prematura de Tang Beixuan. Más que nunca, deseaba poner fin a esta ridícula venganza.
No era que no le importara los pecados que su esposo había cometido en el pasado, pero era consciente, más que nadie, que Feng Tianyi había lamentado la mayoría de ellos y estaba dispuesto a cambiar para mejorar. Tampoco trataba de desacreditar el dolor de Zhu Ziqian por la pérdida de sus seres queridos, pero no podía entender por qué su hermano debía pagar el precio para aliviar su dolor.
Tang Moyu siempre esperaba pacientemente las actualizaciones de He Lianchen. Cada día que pasaba, sabiendo que Zhu Ziqian aún estaba libre, merodeando y amenazando la seguridad y las vidas de sus seres queridos, sentía como si una bomba a punto de explotar en cualquier momento.