Los pies crujían al borde de la acera mientras Zhang Jiren caminaba con la pequeña Leyan, de un año, cómodamente en sus brazos. La niña giraba y miraba en todas direcciones: hacia los árboles detrás de su casa mientras paseaban por su vasto jardín.
Los ojos de Leyan estaban abiertos de curiosidad ante los distintos colores que salían a su encuentro. Solo cuando Zhang Jiren la traía aquí se calmaba, dejando a Li Meili disfrutar un momento de paz sin el llanto de su hija. Era evidente que su trabajo y cuidar de su joven hija empezaban a pasarle factura a su cuerpo.
Desde su victoria en los Premios Hilo de Oro, la popularidad de Li Meili se disparó y la repentina afluencia de nuevos clientes en sus tiendas había ejercido una gran presión sobre ella y su equipo.