Al día siguiente...
—Los caballeros afuera de la primera cancillería se miraron entre sí con conflicto —luego volvieron la vista hacia la puerta cerrada, suspirando incrédulos mientras escuchaban los gritos histéricos de Conan. Para los caballeros, todo lo que recordaban era a Conan holgazaneando durante los últimos meses para rebelarse contra el emperador.
—¡Huhuhu...! —Conan enterró su cara en su palma, rodeado por montañas de documentos apilados alrededor de su oficina que casi eran tan altos como él. Estaba todo lleno de ellos, apenas dejando espacio para que Conan se acercara a su escritorio. De ahí las lágrimas y los gritos dramáticos.
—Conan separó los dedos para echar un vistazo, esperando que la montaña de trabajo desapareciera, pero fue en vano.