Él conocía cada pequeño detalle sobre ella

[ Palacio Imperial: Cancillería del Emperador ]

Abel estaba sentado despreocupadamente en la silla detrás del escritorio, con los pies en él, los ojos cerrados. Cuando volvió a abrir los ojos muy lentamente, la puerta se abrió de golpe.

Conan inhaló bruscamente en señal de consternación, mirando alrededor a las montañas de papeles en la oficina del emperador. No era mejor que su oficina, lo que ya esperaba. Pero su corazón no estaba preparado; nunca lo estaría.

—¡Su Majestad! —sacudió la cabeza, ignorando el horror a su alrededor, y fue directo al escritorio de Abel. La oficina del emperador era mucho más amplia que la de Conan, así que era consciente de que Abel estaba holgazaneando y no hacía ningún trabajo.

Conan puso las manos en la cintura, resoplando. Sus ojos cayeron en Abel, esperando a que el emperador le devolviera la mirada.

—¿Dónde está ella? —preguntó Conan sin rodeos, haciendo que Abel arqueara una ceja.

—¡Esa diabla que causó todo este desastre! ¿Dónde está?