Revisión

—¿Y bien? —Abel arqueó una ceja, tumbado despreocupadamente de lado con la sien apoyada en sus nudillos. Sentado en la silla junto al futón en el que estaba tumbado Abel estaba el médico real jefe, revisando el pulso del emperador, mientras que los otros cinco médicos reales detrás del jefe estaban en espera.

El nerviosismo era evidente en los ojos del jefe y el sudor se formaba en su frente. En la habitación con ellos estaba el marqués, Dexter, de pie al otro lado frente a ellos. Junto al marqués había un sillón donde Aries estaba perchada. Conan también estaba presente, de pie cerca de los médicos.

—¿Cuál es su diagnóstico? —preguntó Abel, pestañeando tiernamente.

—Su Majestad... —la voz del médico jefe estaba temblorosa, aclarándose la garganta mientras reunía el coraje para hablar—. Su pulso es normal y no veo...

—Mi corazón acaba de dejar de latir —Abel se golpeó el pecho con el índice—. ¿Cómo lo sé? Lo detuve yo mismo. ¿Cómo no lo descubrió?