—¡Hermano! —Dexter se volvió y vio a Aries corriendo en su dirección. Ella sujetaba su falda mientras corría hacia él, haciendo que frunciera el ceño en desconcierto. Cuando Aries se puso frente a él, ya estaba recuperando la respiración, una señal obvia de que había corrido todo el camino hasta allí.
—Dani —le indicó a los caballeros que esperaran, enfrentándola directamente—. ¿Qué estás — por qué estás aquí? ¿No tienes asuntos durante este tiempo? ¿Por qué viniste corriendo? ¿Hay algo mal?
—Olvidé darte esto —Aries se aclaró la garganta, enderezando su espalda. El lado de sus labios se estiró en una sutil sonrisa, ofreciéndole la mano.
—Eh? —Dexter bajó la vista, observando cómo ella abría su mano y revelaba un relicario negro. Él lo recogió a pesar de su desconcierto, alzándolo para examinarlo.
—Ah... ¿este relicario es para...? —preguntó, volviendo a posar sus ojos en ella.