Prólogo

BIENVENIDOS AL VOLUMEN 4.

PRÓLOGO

Decían que los árboles eran santuarios. Proporcionaba algunas de las maneras más comunes y admiradas para que el viento se hiciera escuchar. Pero no hoy. Este árbol tenía un método poco ortodoxo para darle voz al viento y anunciar su presencia.

Cuando el viento soplaba cuidadosamente desde el este, Aries escuchaba el suave tintineo acariciando sus oídos. Ni una sola hoja caía sobre ella, de pie descalza bajo un gigantesco árbol de hierro sin hojas.

Cuando otra ráfaga de suave viento pasó por Aries, ella lentamente levantó la cabeza. El sonido del tintineo resonó en sus oídos una vez más; la melodía era casi calmante, si no fuera por el hecho de que esos pequeños cascabeles que le prestaban voz al viento, colgaban de cada dedo de las once mujeres suspendidas en el árbol.

Qué mundo tan cruel, pensó, preguntándose qué podrían haber hecho estas mujeres para merecer semejante atrocidad.