[Capítulo extra]Ella había hecho tantas cosas emocionantes y esto era solo el principio.

Mientras tanto…

—Ahh…

Abel balanceó la pala descansándola sobre su hombro, de pie sobre el ataúd cerrado que había excavado él solo. Miró la superficie del ataúd impacientemente, preguntándose si debería partir este ataúd en dos con Marsella dentro, o despertarla de una manera mucho más gentil.

—¡Por el amor de Dios, Abel! ¿Qué diablos no entiendes de «déjame en paz»? —una voz amortiguada desde dentro del ataúd acarició sus oídos.

—Solo estaba pensando en cómo despertarte, hermana —Abel se rió entre dientes, golpeando con su pie la superficie sobre la que estaba de pie—. Es bueno saber que estabas muy despierta.

—Cualquiera se despierta con todo ese ruido que hiciste mientras excavabas la tierra. Esto solo demuestra que necesitas desesperadamente hacer ejercicio.

¡Clack!