—¿Me permitirás matarte?
Aries siempre había sentido que la observaban. Todo comenzó cuando se convirtió en la emperatriz del Imperio Haimirich. Al principio, se dijo a sí misma que era normal, ya que la posición que ocupaba era el asiento más alto, igual al del emperador. Pero a medida que pasaba el tiempo, siempre había sentido una mirada particular observando cada uno de sus movimientos.
No. No era el tipo que se sentía lascivo o inseguro. Aries no podía describirlo exactamente hasta ahora que estaba frente a este hombre. Era una sensación de seguridad que solo se siente cuando alguien sabe que su guardián está cerca.
Sus labios temblaron, incapaz de apartar la mirada de esos ojos sonrientes, mirando sus manos acercarse a ella que parecían más grandes de lo que deberían ser.
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¡JADEO!