El Imperio Haimirich no había estado de luto durante muchos años, ya que siempre había sido éxito tras éxito. Pero los últimos tres días habían sido especialmente silenciosos, no solo en el palacio imperial, sino también en las calles de la capital.
Aries estaba frente al espejo de cuerpo completo, mirándose después de prepararse para sus planes del día.
—Su Majestad —Aries parpadeó suavemente, mirando por encima del hombro hacia donde Suzanne estaba—. Todos están esperando.
—Todos pueden esperar —Aries se volvió a mirar al espejo, tomando una respiración profunda pero cuidadosa—. Estas joyas son demasiado extravagantes. Tráeme unas nuevas.
Suzanne apretó sus labios en una fina línea antes de inclinarse.
—Sí, mi reina.