—¡Ja, ja! Mi amigo, ¿puedes tomártelo con calma conmigo? —Máximo se rió, sonriendo de oreja a oreja mientras miraba a Abel de pie a unos metros de él—. Ni siquiera he disparado una flecha, y ya están cambiando mi objetivo.
—Eres lento, Máximo —Abel se rió entre dientes, dejando el arco y la flecha.
—Simplemente no estoy enfadado —respondió Máximo mientras movía la cabeza—. No sabía que la decisión de tus padres de entrar en un sueño eterno te enfurecería.
—No es ira, Máximo. Es alegría —Abel esbozó una sonrisa—. Estoy llorando de felicidad porque finalmente entrarían en su sueño eterno.
Máximo mantuvo su sonrisa, observando el perfil de Abel mientras este último tomaba una postura para disparar. Abel cerró un ojo, esperando que las personas reemplazaran el objetivo de paja.
—Estabas triste —Abel se detuvo, volviendo la mirada hacia Máximo después del comentario de este.
—¿Y por qué sentiría tal emoción?
—Ellos eran tus padres.