Mientras tanto…
Isaías paseaba tranquilamente por el pasillo vacío y silencioso. Sus pasos se detuvieron lentamente, girando la cabeza hacia la ventana a su izquierda. El lugar fuera del palacio estaba en silencio; no había caballeros luchando hasta la muerte, ni tampoco había un pesado hedor a sangre en el aire.
Sólo estaba en silencio: un silencio antinatural.
Un leve suspiro escapó de Isaías, reanudando sus pasos sin una pizca de prisa. Llegaría a su destino de todas formas. Aun así, Isaías escuchaba cada ruido que podía a través de las finas paredes, en caso de que tuviera que tomar una decisión importante.
Mientras Isaías paseaba por el pasillo, sus pasos de nuevo se detuvieron. Sus cejas se alzaron levemente y profundas líneas aparecieron entre ellas.
«Lo sabía» —susurró, mirando otra ventana en la pared nuevamente—. Así es como lo hicieron.