Lo entiendo, y está bien.

—Tú estabas allí conmigo. Me mantuviste cálido.

Hace dos noches, Abel ni siquiera había recorrido la mitad de su camino para llegar a la tierra firme. Él no estaba allí para mantenerla cálida. Sin embargo, lo que ella dijo solo probó que la realidad apenas entraba en ella.

Otro aliento superficial se escapó de sus labios, levantando su mano del agua para tocar su mejilla con las yemas de sus dedos.

—Puedo tocarte —dijo, solo para ver que ella sonreía levemente—. Así que también puedes tocarme aquí dentro, ¿eh?

Él alcanzó su sien y la tocó, haciendo que ella asintiera ligeramente. No estaba sorprendido, sin embargo. Su bruja era Maléfica, y si Maléfica no fuera tan poderosa, él ni siquiera dejaría esta repugnancia en su boca solo por su presencia.

—Esto es un dilema, ¿no? —preguntó, sonriendo sin esperanza—. ¿Qué deberíamos hacer ahora?

—¿Como siempre?