—Tú… —los ojos de Máximo se encendieron, mirando a Aries, que estaba parada frente a él—. ¿Qué dijiste?
—Terminemos con esto.
—Aries. —Máximo pisoteó hacia ella, deteniéndose a un paso de distancia—. Dilo con tu cuerpo físico aquí.
Aries no reaccionó con fuerza, evaluando la ira plasmada en su rostro. —Ya no quiero hacer esto, Máximo.
—Cállate.
—Han pasado dos años desde que acordamos este contrato y estoy al borde de la muerte. Ya tuviste toda mi vida y gran parte del poder de Maléfica. ¿Qué más quieres de mí? —comentó con calma—. ¿No me digas que te has encariñado conmigo?
Maximus apretó su mano en un puño cerrado. Todo su cuerpo temblaba de ira. Saber que no podía hacerle daño porque ella era simplemente un espejismo —una habilidad que había aprendido— aumentaba su frustración.
—O… ¿estás asustado? —preguntó, inclinando la cabeza hacia un lado—. ¿Fue tu poder actual aún insuficiente para defenderte del verdadero dueño de nuestra oscuridad?