Un Mártir

Al día siguiente, Kenzie se despertó sintiéndose mal. Sabía que tenía que levantarse y prepararse para el trabajo pero se sentía reacia a moverse.

—¡Ah, no quiero ir al trabajo! —se quejó a Daryl mientras intentaba levantarse de la cama. Estaba sentada en la cama con los ojos aún cerrados mientras bostezaba varias veces. Ya eran las seis de la mañana, la hora a la que normalmente se levantaba para prepararse para su día.

Daryl rió y la atrajo de vuelta a la cama mientras susurraba —Entonces no vayas. Yo me encargaré de todo por ti. Descansa todo lo que quieras. Simplemente haz lo que te plazca, bebé. Duerme, come y diviértete hoy.

—Pero tampoco quiero separarme de ti. Quiero quedarme aquí y abrazarte y besarte —replicó Kenzie con labios pucheros, abrazando a su esposo fuertemente y enterrando su cara en su pecho. Quizás era por su embarazo pero se sentía demasiado perezosa como para moverse y todo lo que le apetecía hacer era besar a su esposo la mayor parte del tiempo.