684. La conciencia podría comerse un perro

—Helen Melendy observó cómo la pareja Jones simplemente la dejó atrás, y en su corazón no pudo evitar maldecir en silencio —pareja despreciable.

Ahora, en la sala de estar, solo quedaban Helen Melendy y Harry Hall.

Cuando Adam y su esposa estuvieron presentes, la inquietud de Helen Melendy no era particularmente fuerte, pero ahora en la amplia sala de estar, solo con ella y Harry, esa sensación de incomodidad le golpeó directamente en la cara.

Por alguna razón, aunque antes había podido enfrentarse a Harry con indignación justa, ahora se sentía como si estuviera sobre agujas, deseando poder simplemente huir.

Con ese pensamiento, se levantó para ir a la habitación de William Campbell.

Acababa de dar dos pasos cuando escuchó la voz de Harry Hall, teñida de sarcasmo, viniendo de su derecha

—¿Cuál es la prisa? ¿No soportas verme?

Los pasos de Helen Melendy se detuvieron súbitamente, captando de manera natural el tono de sarcasmo en las palabras de Harry.