—Si uno no podía diferenciar, incluso si gastaban una gran suma de dinero para obtenerlos, podrían ser falsos, teñidos artificialmente —dijo el Doctor Wang, que no se atrevía a prescribir esas cosas.
Shi Peng sonrió y acarició la cabeza de su querida hija. Su hermana menor y su sobrina no eran importantes para él. Para él, la que le importaba era su hija, Qing Qing.
—Está bien, no hay prisa. Doctor Wang ha dicho que mientras descanse bien, me mejoraré. No necesito tomar esos tónicos y podré recuperarme. Estoy cansado. Ayúdame a volver y descansar —pidió Shi Peng.
—De acuerdo, papá, te ayudaré a regresar —respondió Shi Qing a su padre y fue a apoyar a Shi Peng por un lado.
Qiao Nan dudó un momento antes de apoyarlo por el otro lado.