—Ja, jajaja… —De repente, Han Jintian levantó la cabeza y rió a carcajadas.
Se imaginó inmediatamente la expresión de asombro de Xie Jiuhan. Incluso si no estuviera sorprendido, su rostro definitivamente estaría más oscuro que la tinta expulsada por el pulpo. Ese señor superlativo de la Capital, ese hombre insoportablemente arrogante y frío, había sido engañado por su esposa. Ni siquiera sabía quién era su esposa. Solo de pensarlo, Han Jintian se sentía extremadamente feliz.