—Qingqing, conocí a un desgraciado —eructó Xia Qianxue.
—¿Desgraciado? ¿Dónde? —levantó las cejas Feng Qing.
—El desgraciado todavía está en el hospital. Ven y toma algo conmigo. ¡Cuando esté satisfecha, lo golpearemos! —respiró hondo Xia Qianxue, su rostro se llenó de un aura encantadora y luego sonrió autodespectivamente.
—Feng Qing se sentó junto a ella y miró las botellas de vino vacías sobre la mesa mientras escuchaba las palabras ebrias de Xia Qianxue. Giró la muñeca y dos pastillas blancas aparecieron en su mano. Se echó una a la boca y le entregó la otra a Xia Qianxue.
—¿Qué es esto? —preguntó curiosamente Xia Qianxue.
—Medicina para la resaca. ¿No vas a golpear a alguien después? ¿Cómo vas a hacer eso estando borracha? —sonrió Feng Qing y dijo.