No te subas a mi cama

La expresión de Feng Qing estaba ligeramente aturdida mientras miraba las diversas gemas amontonadas en la cama como una pequeña montaña. Esas gemas eran todas del tamaño de huevos de paloma. Incluso le hacían sentir como si fueran un montón de gemas de plástico ordinarias con tantas de ellas apiladas juntas. Feng Qing cogió casualmente un diamante rosa y evaluó en su corazón, «Si se pone en la casa de subastas, este diamante rosa podría venderse por al menos 50 millones».

—¿Te gusta? —preguntó Xie Jiuhan.

—Siento que este diamante es muy duro. Después de pulirlo con una máquina, puede usarse como un arma oculta para perforar la frente del enemigo cuando sea necesario. —dijo Feng Qing mientras jugaba con el diamante en su mano.

Un diamante valorado en más de cien millones era tratado como un arma en sus ojos. Era completamente diferente de las chicas ordinarias afuera.

—Sí, tienes razón. Conseguiré que alguien te haga tal arma oculta más tarde. —asintió Xie Jiuhan.