—El hombre se lanzó sobre ella como una fiera liberada de su jaula. Su pelo, como algas marinas, caía por la clavícula de Feng Qing, y mechones finos caían sobre su blanco brazo.
Al siguiente segundo, las hormonas bramaron. Sus cuerpos se entrelazaban y golpeaban locamente la pared. Los cuadros de la pared temblaban con la vibración. El viento que pasaba parecía contener suspiros que hacían sonrojarse y acelerar el latido del corazón. Las fosas nasales del hombre exhalaban un aliento caliente, haciendo que Feng Qing sintiera que estaba a punto de derretirse. No pudo evitar arañar la espalda del hombre, y pronto aparecieron unos rasguños rosados.
El viento del amor seguía soplando, y la delicada flor en los brazos del hombre florecía perfectamente. Los pétalos rosados del amor ondeaban en el viento, y el hermoso líquido que fluía del estambre mojaba todo a su paso.