Hong Kong, los Lin.
Lin Yuting había llorado incesantemente durante un día y una noche, sus ojos hinchados y sus lágrimas empapando su almohada hasta darle una dureza pétrea.
No importaba cómo su padre y abuelo intentaron consolarla, fue en vano.
—Abuelo, me equivoqué —¿cómo no iba a saber Lin Yuting que había cometido un gran error?
—Suspiro... —el anciano Gran Maestro Lin se sentaba en su silla de ruedas, su expresión distaba de ser buena.
Él también sabía sobre el incidente en la conferencia de Alquimia Dao. Lamentaba lo sucedido con Guo Yi. Inicialmente, cuando Lin Yuting no le pagó a Guo Yi cien mil millones, él la apoyó, en términos claros, también estaba impulsado por la avaricia.
—Yo también tengo la culpa —dijo sombríamente el Gran Maestro Lin.
—Todo es mi culpa —Lin Yuting se secó las lágrimas y dijo—. Si no fuera por mi pobre juicio, nuestra familia no habría enfrentado tal desastre.