—Este viaje a América es para ajustar cuentas con la Secta del Infierno. Sin resolver su amenaza, estamos en peligro todo el tiempo, viviendo en un estado en el que podríamos ser asesinados en cualquier momento. Tú quédate en casa unos días, y volveré una vez que haya solucionado todo esto —explicó pacientemente Long Fei mientras sostenía la mano de Lin Yingying.
—Iré contigo, estoy familiarizada con América. Estudié allí durante cinco años, y he visitado muchas de sus ciudades —se negó Lin Yingying.
—Es demasiado peligroso. Estarás más segura en casa. Además, la empresa tiene muchos asuntos que necesitan ser atendidos, y tú necesitas mantener el fuerte aquí —dijo seriamente Long Fei al sacudir la cabeza.
—Está bien, pero ten cuidado, y debes contarme todo lo que suceda —suspiró y, mirándolo, no tuvo más remedio que asentir Lin Yingying.
—¡Lo sé!
—Long Fei sonrió y le pellizcó la mejilla, la levantó y la acompañó hasta la puerta para ir a trabajar.
Poco después, Chu Feng llamó.