"Hay amores que no están destinados a ser.
No importa cuánto luches, ni cuánto te aferres.
Ese amor tan doloroso e intenso,
Solo se te escurrirá entre los dedos."
AINHOA
Pasé toda la noche intentando controlar la fiebre de Tom, apenas fui consciente de que esta cedió casi al amanecer. Lo observé dormir con tranquilidad, en un estado imperturbable y con la comisura de sus labios a medio curvar en una sonrisa. Aquella sonrisa torcida que solo tenía para mí, aquella sonrisa que dibujaba en su rostro cuando estábamos a solas.
Apoyé mi cabeza sobre mis brazos a un lado de su cama, mi vista se perdió en un punto infinito dentro del espacio. No supe en qué momento me quedé dormida; pero, cuando volví a abrir los ojos me encontraba en la cama que antes había ocupado Tom. Froté mis ojos con algo de somnolencia buscando al dueño de la habitación sin éxito alguno. Después de unos minutos me rendí y decidí permanecer acostada por un rato más, no pasó mucho tiempo antes de que la puerta se abriera emitiendo un chirrido que hizo que la piel se me erizara.
—Veo que ya estás despierta. —Aún se veía un poco pálido y débil, me levanté por inercia e ignorando sus palabras, coloqué una mano en su frente para saber si ya no tenía calentura. —Tranquila, fui a comprar algo de medicina. Tenías la ropa húmeda, así que la cambié. —Miré hacia abajo y llevaba puesto solo una camisa. Supuse que la camisa era suya.
—Tú... ¿Tú me vestiste? —Pregunté con algo de duda y vergüenza. Sentí como la sangre subía hasta mis mejillas. Me giré buscando mi ropa al tiempo que tiraba de la camisa intentando cubrir mis muslos todo lo posible.
—Por favor, Grindelwald. Te he visto sin nada de ropa otras veces. —Giro para encararlo, él se encuentra tan cerca de mí que al inclinar un poco la cabeza podría besarlo. Puedo sentir su respiración en mis labios. —Tu ropa está secando en el patio, en un rato la traeré para ti. —Asiento en señal de afirmación sin que ninguno se aparte del otro. Me quedo mirando sus ojos azul intenso, sin meditarlo antes llevo mi mano derecha acariciar su rostro. Él cierra los ojos al sentir mi caricia, me levanto un poco sobre las puntas de mis pies y uno mis labios a los suyos. Siento como corresponde mi beso con cuidado y unos minutos después profundiza el beso colocando una de sus manos en mi nuca; lo rodeo con mis brazos y me levanta del suelo con delicadeza, enredo mis piernas en su cintura. —No grites. —Es todo lo que dice antes de depositarme con delicadeza de la cama, sonrío por su comentario y lo ayudo a quitarse la camisa que lleva puesta. Se acomoda entre mis piernas y con lentitud comienza a desabrochar cada uno de los botones de la camisa que llevo puesta.
—Riddle, eso es tortura. –—Susurro, me mira a los ojos y me regala una sonrisa antes de depositar un beso en mis labios, iniciando un camino de besos que desciende por mi cuello hasta llegar a mis senos. Su lengua se detiene en uno y luego en el otro, continua su camino de besos hasta llegar a mi ombligo. Me incorporo buscando sus labios, mi mano acaricia su miembro al tiempo que escucho un pequeño jadeo de su parte al sentir mi caricia. —No es divertido ¿Verdad? —Le ayudo a deshacerse de su pantalón y me tumba en la cama con cuidado, quita mi ropa interior con rapidez y se coloca en mi entrada. —Te extrañé. —Es todo lo que digo antes de sentir como él entra en mí.
—Tú siempre serás mía, Grindelwald. —Sus embestidas son duras, siento sus dientes en algún punto de mi cuello. Es un placer doloroso. —Que le quede claro al estúpido de Black. —Sus palabras son acompañadas por otra embestida que me arranca otro gemido de los labios. Después de varios minutos, alcanzamos el máximo placer juntos y puedo sentir como se corre dentro de mí. Me mira a los ojos por un instante eterno. –—Te amo, Grindelwald. —Deposita un beso en mis labios y se tumba en la cama, me rodea con uno de sus brazos y apoyo la cabeza en su pecho. Sonrío al sentir nuevamente su corazón latir cerca de mi oído. Me dejo arrastrar por la inconsciencia.
Después de rogarle durante mucho tiempo a Ayran, al final accedió en adoptar a Tom, sacarlo del orfanato y se mudara con nosotros a la casa que habíamos adquirido recientemente en un barrio muggle de España. Casa cuyo guardián del Fidelio era Perenelle. Cabe recalcar que ella era la única persona en la que verdaderamente confiaba.
—No sé si esta fue una buena idea, Ainhoa. —Es la quinta vez durante el día en que Tom dice lo mismo, decido ignorarlo y continúo acomodando sus cosas dentro del armario. Siento como su mirada me sigue de un lado a otro por la habitación. Tira de mi mano haciendo que me siente en una de sus piernas, me obliga a mirarlo a los ojos.
—Si esto no funciona, ¿A dónde iré?
—Funcionará Riddle. —Es todo lo que digo antes de besar sus labios, un beso corto. Sonrío de lado y me levanto para seguir acomodando sus cosas.
—Además dormiremos juntos...
—Tus hermanos me van a matar. —Masajea el puente de su nariz con desesperación. —¿Por qué no buscamos un lugar para ambos?
—¿Me estás proponiendo matrimonio Riddle? —Suelto una carcajada al tiempo que tomo asiento a su lado, su semblante no se relaja e incluso se pone más serio. —Estás jugando, ¿no?
—¿Alguna vez me has visto hacer una broma? —Se levanta enojado de la cama y camina hasta la ventana que hay al otro lado del dormitorio. —Solo nos quedan dos años dentro de Hogwarts, debemos tener algún plan. —Sé que miente, sé que tiene sus propios planes, decido ignorarlo.
—¿Esta es tu forma de pedirme matrimonio? —Nunca pensé que el futuro Lord Voldemort realmente llegara a considerar el matrimonio. —Aún somos muy jóvenes, esperemos hasta salir de Hogwarts para pensar en ello. Aún tengo asuntos que arreglar con mi padre. Mientras no resuelva eso, no puedo pensar en un futuro.
—De todas formas, no sé por qué tengo que compartir tu tiempo con otros. — Responde con resignación, se cruzada de brazos fijando la mirada en algún punto desconocido del exterior. Quiero contestarle; pero la puerta se abre sin un aviso previo, Liam asoma primero la cabeza y sonríe.
—Es hora de cenar. —Suspiro y dejo el libro que sostenía en la cama, me levanto y salgo de la habitación. Escucho los pasos de Riddle y Liam siguiéndome escaleras abajo.
—¿Quién ha cocinado todo esto? —La mesa tiene tantos platillos diferentes que bien podría alimentar a quince personas. —Ayran, ¿No te parece un poco excesivo? —Mi hermano me observa fijamente y luego desvía su mirada a Riddle, quien al sentir su mirada puesta en él no tiene más remedio que encararlo.
—No parece que él haya comido mucho en los últimos años. —Vuelve a mirarme, siento la frialdad de sus palabras. Ayran a veces podía ser tan despectivo como padre. —Además no lo hice yo, contraté un elfo doméstico...
—¿Contrataste? —Riddle se anticipa a mi pregunta. — ¿No querrás decir "compraste"?
—No, contraté. —Ayran relaja su postura, todos tomamos asiento mientras él se explica. —Lo compré y luego lo liberé, el elfo no parecía muy feliz porque no tenía a donde ir, entonces le ofrecí trabajar para nosotros. Le pagaré un sueldo y tendrá días de descanso.
—Eres muy extraño, hermano. —Es todo lo que se limita a decir Liam antes de comenzar a comer.
——Los elfos merecen tener una vida digna. —Las palabras de Ayran me recuerdan a cierta bruja sabelotodo, mi corazón se contrae con dolor al recordar a Hermione. Siento la mano de Riddle cerrarse sobre la mía tratando de hacerme volver al presente.
—¿Estás bien? —Asiento en señal de afirmación y comemos en silencio, hasta que Ayran llama la atención de todos carraspeando un poco.
—Sabía que no podías permanecer en silencio, toda la cena. —Pone los ojos en blanco e ignora mis palabras.
—¿Ya se lo dijiste? —Sé a lo que se refiere, sé que quiere que le diga a Riddle sobre el juramento inquebrantable que había hecho, de verdad quería decírselo; pero en las últimas semanas ningún momento parecía el más adecuado para decírselo.
—¿Decirme qué Ainhoa? —Siento el peso de su mirada en mí, no me atrevo a verlo a los ojos directamente, en cambio busco ayuda en Liam; pero se niega a mirarme y clava su mirada en Ayran. Traidor.
—Bueno verás... Ehm... Yo...—No sé por dónde empezar, medito un poco antes de continuar, lo mejor era decir todo de una sola vez. —Hice un juramento inquebrantable con Seraphina Picquery, en un año deberé entregar a mi padre a la MACUSA y ellos me entregarán a mi madre para que sea juzgada por el ministerio británico. – Suelto todo de golpe, pero la mueca de disgusto en su rostro me dice que la idea no le hace mucha gracia.
—Grindelwald... ¿Eres estúpida de nacimiento o prácticas para serlo? —Mis dos hermanos lo apuntan con sus varitas. —Sé que ustedes también lo piensan. —Vuelven a tomar asiento y prestan atención a lo que Riddle tiene para decir. —Ainhoa... El ministerio de Gran bretaña y la MACUSA llevan persiguiendo a tu padre desde antes de que tú nacieras y no han podido atraparlo, ¿Y tú les has prometido realizar tal proeza en un año? Si no lo logras, ¿Qué pasará?
—Moriré. —Es todo lo que digo. Los tres hombres me miran cada uno más enojado por mis palabras que el anterior. —La muerte no es algo a lo que le tenga miedo, tampoco le temo a mi padre. Necesito recuperar a mamá, aunque se me vaya la vida en ello. Además, tengo una ventaja que ni el ministerio ni la MACUSA tienen. Gellert Grindelwald es mi padre y tengo algo que él necesita.
—No tienes algo Ainhoa, tú eres ese algo que él necesita. —Las palabras de Ayran llaman la atención de todos, seguido de un golpe a la mesa. —Quieres jugar un juego que puedes perder, padre no es un idiota y mucho menos un mago cualquiera. Hace un año a duras penas pudimos sacarte viva de la mansión...
—Hace un año era una chica que creía que su aberrante padre, no sería capaz de ensuciarse las manos con la sangre de su propia hija. —Esta vez soy quien se pone de pie con la voz igualando su tono. —Esa chica ya no existe y no dudaré en hacer lo que sea necesario para detenerlo, cueste lo que me cueste. —Camino hacia la escalera y giro para ver a los tres hombres que me observan con un semblante serio. —Y nadie me va a detener, pasaré por encima de quien tenga que pasar así sea uno de ustedes. —Subo las escaleras con todo el enojo incitando mi magia a descontrolarse. Entro en mi habitación y cierro la puerta con toda la fuerza que la ira me permite. El hormigueo en mis manos demuestra la inestabilidad de mi magia. Me tiro de espaldas en la cama, cierro los ojos e intento calmarme. En algún punto soy arrastrada al estado de la inconsciencia.
La luz se filtra entre mis párpados haciendo que me giré de espaldas a la ventana. Mi mirada tropieza con el rostro de Riddle, quien duerme tranquilamente a mi lado. Apenas soy consciente de cómo una de sus manos descansa sobre mi cintura.
—Duerme un poco más Grindelwald, aún es temprano. —Dice sin abrir los ojos, deposito un suave beso en sus labios y vuelvo a cerrar los ojos; pero el aleteo de una lechuza contra el vidrio de la ventana nos sobresalta a ambos, Riddle se levanta a regañadientes y la abre dejando entrar al ave. —Esos mocosos... ¿No pueden enviar sus cartas a una hora más prudente? —Sonrío de lado y me encojo de hombros abriendo la carta que Walburga ha enviado. Leo con detenimiento cada palabra escrita en el pergamino. No puedo evitar sonreír y con magia comienzo a empacar toda la ropa que podríamos necesitar en un baúl. —¿A dónde vamos? —Sé que sabe la respuesta.
—Había olvidado que prometí pasar la mitad de las vacaciones con ellos en casa de Abraxas. —Sonrío rascándome la nuca, él hace una mueca de disgusto. La idea no le gusta mucho; sin embargo, sabe que me iré con o sin él así que después de soltar un suspiro ingresa al baño para arreglarse y que podamos irnos. —Me iré a Francia por unos días, estaré en casa de los Malfoy. —Es todo lo que digo en cuanto me asomo al despacho en el que mis hermanos se encuentran hablando de un tema que no logro entender.
—Liam irá contigo. —Se limita a decir Ayran. Liam simplemente asiente sin ningún tipo de emoción o mueca.
— ¿Perdón? —Entro en la habitación cerrando la puerta detrás de mí. ——¿Qué te hace creer que aceptaré que venga con nosotros? No necesito una niñera.
—Por tus últimas actitudes, pareciera que si lo necesitas Ainhoa.
—Ayran, no colmes mi paciencia. Esto es absurdo. —Inconscientemente ambos hemos adoptado una posición de ataque.
—Liam, regresará contigo a Hogwarts empezando el año. Yo tengo muchas cosas que hacer con Dumbledore y el ministerio de magia. Ustedes tienen que terminar el colegio. Gracias a tu estupidez tenemos que atrapar a Gellert lo más pronto posible...
—Esta es mi pelea, es mi misión... No he pedido que metas tus narices en esto, Ayran. – Me aferro con fuerza a mi varita e intento con todas mis fuerzas no levantarla en contra de mi hermano.
—¡ES SUFICIENTE! —La voz de Liam nos hace girar por instinto buscando la mirada de nuestro hermano. —Tú, deja de comportarte como si fueras nuestro padre, intentando dar órdenes todo el día, con una autoridad que tú solo te has otorgado. –—Sonrío con burla y Ayran solo pone los ojos en blanco. —Y tú... — Me señala con un gesto disgustado. —Nuestra madre se esmeró demasiado en ocultarnos del ministerio y por tu imprudencia ahora no nos queda más que confiar en ellos. Le has vendido nuestra identidad a la MACUSA y para tratar de salvarte ahora el ministerio de Londres ya sabe quiénes somos. Nos vigilan noche y día. ¿Quieres que te tratemos como una adulta? Entonces comienza a comportarte como tal. —Asiento sin saber qué decir, en el fondo sé que tiene razón.
Después de nuestra discusión en el despacho; Riddle, Liam y yo partimos a la estación de tren y abordamos el que nos llevaría a Francia. Durante el trayecto nadie dijo nada, los tres leíamos o mirábamos el paisaje, al cabo de unas horas llegamos a la estación del tren en donde nos esperaba Walburga con Abraxas. Sus sonrisas cambiaron al ver a Riddle y Liam a mi lado, más por el primero que por el segundo.
Los días en la mansión de los Malfoy fueron algo tensos al principio, ya que a mis amigos les costaba un poco perdonar a Riddle por lo que me había hecho. Si bien no lo trataban como antes, se trataban con cordialidad y conversaban amenamente sobre algunos temas triviales. Todos menos Orión. Por más que lo había intentado Orión y Riddle no se soportaban, ponerlos en la misma habitación resultaba en una pelea con hechizos volando por cualquier lado. Mi hermano se había hecho muy cercano a Anastasia. Más de una vez los había visto caminar juntos por los jardines de la mansión. Preferían pasar su tiempo leyendo y conversando en la biblioteca que aguantando las discusiones de Riddle y Orión. En realidad, la situación era incómoda y comenzaba a hartarnos a todos.
—¿Quieres decir que ya tienes un prometido? —Walburga asiente en señal de afirmación, sonríe de lado; pero esa sonrisa no alcanza a llegar a sus ojos. Riddle continúa hablando —Aún ni terminas la escuela... ¿Cómo es que ya estás comprometida?
—Esos temas son decididos por mis padres, no puedo casarme con cualquiera. Tiene que ser una sangre pura.
Es lo único que dice suspirando. No puedo evitar sentir algo de pena por mi amiga, sé que su futuro esposo está sentado en la misma mesa con nosotros y también sé el infierno que ese matrimonio será para ambos.
—En fin... Hasta ahora no nos han dicho cómo es que regresaron.
—Sí, pensé que no podrías perdonar a quien rompió tu corazón una noche y al día siguiente estaba metiendo en su cama a cierta Hufflepuff. —Las venenosas palabras de Orión hacen que todos se tensen en su lugar, Walburga toma una de mis manos intentando relajarme. Puedo sentir como su pulgar dibuja círculos en la palma de mi mano.
—Cuida tus palabras Black. —Las palabras de Riddle salen estranguladas, lo miro y él corresponde mi mirada. Sé que está intentando controlarse.
—Orión, es suficiente. —Mis palabras suenan como una súplica. —Es nuestra última no...
—Perdón Ainhoa. —Orión estira su mano y atrapa la mano que tengo libre sobre la mesa. Sonrío en agradecimiento y un rayo de luz se dispara en su dirección haciéndolo impactar contra la pared detrás de él.
—No la Toques, Black. —Furioso, Riddle me toma de la muñeca y me obliga a levantarme de la mesa, intento guardar la compostura y busco en sus ojos una respuesta lógica para su comportamiento. —No me mires así Grindelwald, sus pensamientos no son tan inocentes.
— ¿Te atreviste a entrar en mi mente? —La voz de Orión se llena de ira, sus labios parecen estar escupiendo aquellas palabras.
—Orión, es suficiente de esto. —Anthony se levanta de la mesa e intenta detenerlo. Pero este se escabulle de su agarre y lanza un hechizo que me impacta de lleno en el pecho.
—Mierda... —Es todo lo que escucho decir a Anthony. Mi alrededor se vuelve algo borroso y escucho un pitido lejano.
—Anhi, ¿Estás bien? —El aturdimiento comienza a pasar y fijo la mirada en el rostro preocupado de Lucretia. —¡Por merlín! Pensé que no despertarías en un buen rato. Tienes que hacer algo, tu hermano atacó a Orión cuando su hechizo impactó en ti. Abraxas y Anthony intentaron detener todo; pero ni él ni Riddle oyen razones. Sabes que Orión no te lastimaría apro...
—Estos idiotas.... —Me levanto como puedo ayudada por Lucretia. —¿Dónde están las demás?
—Los encerraron en otra habitación con magia, llevo largo rato intentando salir; pero no sé qué hechizo han usado. Temo por mi hermano. —Solloza. Maldigo por dentro a Riddle y al idiota de Orión. Ni si quiera sé por qué no se soportan.
—Tranquila, yo me encargo. —Intento con varios hechizos no verbales hasta que después de unos minutos pierdo la paciencia y con una bombarda hago explotar la puerta.
—¡Crucio! —La maldición golpea de lleno en el pecho a Orión. Cae de rodillas gritando de dolor. Los ojos de Riddle tienen un destello rojizo y al igual que yo, todos observan la escena anonadados.
—¡Expelliarmus! – La varita de Riddle sale volando por los aires rompiendo con su concentración y terminando con el dolor de Orión. Lucretia corre hacia su hermano llorando. —¿Qué mierda crees que estás haciendo? —Lo empujo con todas mis fuerzas, él me toma de los brazos. —Él es mi amigo, ¿Qué te pasa?
—¿Qué me pasa a mí? ¿¡Qué le pasa a él!? – Suena algo dolido y enojado, pero sé lo que vi; el monstruo que guarda dentro de él. —Un amigo que te ama, que desea cosas más allá que solo tu compañía.
—¿De qué estás hablando?
—¿No lo sabes? —Suelta una risa irónica. —¿Se lo dices tú o se lo digo yo, Black?
—Cállate Riddle. —Miro a Orión buscando una respuesta.
—Ainhoa, yo... Lo siento... Yo no sé en qué momento...
—¿Ah? —Es todo lo que puedo decir. «Sabes lo que ocurre, pero eliges hacerte la tonta.» Muevo la cabeza intentando ahuyentar la voz de mi consciencia.
—Mi hermano está enamorado de ti. —No sé si Lucretia lo dijo en un susurro o soy yo quien no quiere escucharlo.
—Eso no justifica que lo atacaras... Que se atacaran. —Los miro a ambos, Riddle me mira altivo y desafiante, mientras Orión no se digna en mirarme.
—Regresa con Liam a casa, hablaremos en cuanto regrese.
—¿Te quedarás con él? ¿En serio Grindelwald? —Me toma del brazo obligándome a mirarlo.
—Hablaremos de lo que vi cuando estés calmado y dejes de actuar como un energúmeno.
—O mejor no hablemos. —Me suelta de golpe y se aleja. Mi hermano se acerca a él y lo toma del hombro. «No dejes que salga de la casa.» Mi hermano asiente haciéndome saber que ha recibido el mensaje. En un parpadeo ha desaparecido.
—Ainhoa...
—No fue tu culpa, Orión. Uno no elige qué sentir. —Me dejo caer con pesar en la silla más cercana. —¿Están todos bien? —Mis amigos asienten, pero nadie sabe qué decir o qué hacer.
—Ainhoa, déjalo. Él solo sabe sacar lo peor de ti. Solo lastima a los que te aman y te lastima a ti...
—No cruces la línea, Orión. —La voz de Anastasia interrumpe el monólogo de Orión, se lo agradezco mentalmente. —No eres totalmente inocente. Sabías que él conocía tus sentimientos y lo usaste para fastidiarlo todo este tiempo.
—Olvidemos esto, tengo que irme. —Con un movimiento de varita regreso el comedor a su normalidad. —Lamento lo que ha sucedido en tu casa Abraxas, esto fue un gran error desde el inicio. —Desaparezco antes de que puedan responderme, para cuando mis pies tocan el piso nuevamente estoy frente a Riddle en la habitación que compartimos. Sus ojos tropiezan con los míos por un breve momento, rompe con el contacto y continúa guardando sus cosas en un baúl.
—¿A dónde piensas ir? —Ignora lo que digo y camina de un lado a otro guardando sus pertenencias. —¡Mierda Riddle! —Se detiene frente a mí y me mira. —¿No puedes arreglar las cosas hablando conmigo?
—¿Y qué quieres arreglar Ainhoa? Sea lo que sea el culpable siempre seré yo, no dejas espacio a la duda de que quizás tu amiguito fue el que provocó todo esto.
—Vi el destello rojizo en tus ojos...
—¿Crees que yo no he visto el tuyo? —Sus palabras me dejan sin argumento. —Lo he visto, he visto la oscuridad que intentas ocultar, la diferencia es que yo confío en ti, aun cuando no debería. ¿Ya olvidaste lo que pasó con Walburga?
—Eso fue un error...
—En ti son errores sin importancia, en mí son imperdonables. —Suspira y besa mi frente. —Te amo Grindelwald, e intento ser lo que quieres; pero no puedo si no confías en mí. Por el momento es mejor que cada uno duerma en una habitación diferente.
—Riddle...—Sale de la habitación antes de que pueda decir algo más.
—Solo se dejó llevar. —Liam se cruza de brazos y se apoya en el marco de la puerta, quiero decir algo, pero no me deja hablar. —Sé que conoces su naturaleza, pero si quieres lograr un cambio en él, necesitas empezar por dejar de tratarlo como todo el mundo. Todos esperan que él se convierta en lo que conociste, hasta Dumbledore.
—Liam, conozco su futuro. Sus acciones solo lo acercan más a ser Lord Voldemort. —Suspiro y me dejo caer en la cama.
—Te equivocas. —Se sienta a mi lado. —Desde el momento en que te conoció comenzó su guerra interna. Puedo verlo, lucha a diario con sus propios demonios. Tienes tanto miedo de que se convierta en alguien como padre que no te das cuenta de que solo lo orillas a eso.
—Siento que es una guerra perdida, sin un nosotros nadie saldría herido, no habría dolor...
—Sin un ustedes el mundo mágico tendría otro futuro mago tenebroso mucho peor que Gellert. —Despeina mi cabello y se levanta de la cama. —Piénsalo Ainhoa. —Una vez que sale de la habitación me quedo pensando en los últimos sucesos, todos ellos; uno por uno. En ese momento no sabía que aquello era solo el inicio de todo el caos que estaba por venir.