Entonces, vio a Izara caminando en su dirección.
—Deberías irte de aquí lo antes posible —ordenó la chica.
Anastasia evaluó a Izara. Parecía una chica en sus últimos años de adolescencia, lo cual era extraño dada la edad del rey y la reina.
Anastasia tenía una buena suposición de cómo llegaron a ser los gemelos, pero eligió guardar ese pensamiento para sí misma.
—¿Por qué? —preguntó simplemente.
Anastasia recordó cómo, justo el día anterior, la chica la había mirado con tanta ferocidad que parecía que podría apuñalarla si hubiera tenido un cuchillo a mano.
—Pero tienes que hacerlo si valoras tu vida. Es así de simple —respondió Izara, su tono frío e inflexible.
Anastasia levantó una ceja, evidenciando su confusión. —¿Perdón? —preguntó, su voz teñida de escepticismo—. ¿Es eso una amenaza?