En ese mismo instante, Yan Ling sintió una emoción extraordinaria.
—¿Ves la diferencia ahora?
—¡Esa era la diferencia!
La distinción entre ser valorada o no era evidentemente clara.
—¡¿Qué haces todavía aquí?! —Ser reprendida así por alguien que le gustaba indignaba a Linxi.
Pero no podía desatar su enojo contra él, así que al pasar junto a Yan Ling, le lanzó una severa advertencia.
—¡No te pongas tan arrogante, Wesley! —Yan Ling se rió de sus palabras.
Solo un tonto no aprovecharía una posición de poder.
Y ella no era ninguna tonta.
Viendo su expresión jactanciosa, un atisbo de diversión brilló en los ojos del hombre en la silla de ruedas.
—¡Ven aquí! —Él le dijo a Yan Ling.
La complacencia de Yan Ling se esfumó ante su orden.
Especialmente después de ver los profundos y misteriosos ojos del hombre, sintió que su corazón casi saltaba de su pecho.