—Te pedimos que por favor detengas esto. ¿Qué estás haciendo? —preguntó Thorne.
—Simplemente haciendo lo que se supone que debe hacerse —se encogió de hombros Oberón.
—Ahora, ¿vas a sucumbir ante mí o no? Quiero que todos vayan a La Guarida del Carmesí —dijo con severidad.
—Haremos lo que dices, pero por favor, no mates a nadie más —suplicó Thorne en nombre de ellos.
Oberón sonrió, —Ahora, todos deberían ir a La Guarida del Carmesí. Ahora mismo —tosió.
Thorne inclinó la cabeza, nunca imaginó que este día llegaría.
Se aclaró la garganta y se dirigió hacia la puerta. Los demás lo observaron y luego lo siguieron. Pronto, una larga fila se dirigía a La Guarida del Carmesí, con Oberón detrás de ellos.
«¿Hay algo mejor que esto?», pensó para sí mismo, con orgullo brillando en sus ojos.
Llegaron a La Guarida del Carmesí y entraron uno por uno, mientras Oberón observaba.
Asintió con satisfacción, —Ahora, esto es todo —rió suavemente.