Un hombre caído

—Axel miró la puerta por enésima vez, ¿dónde estaba?

Apretó los puños —no sé cuánto tiempo más puedo seguir encubriéndolo—, exhaló profundamente rascándose nerviosamente el cuello.

Alderon se le acercó —él todavía no ha vuelto, ¿verdad?

Sacudió la cabeza —no, todavía no sé a dónde fue. Simplemente se fue y no le dijo a nadie a dónde iba, ¿y si...?

—Con suerte, debería regresar esta mañana —le palmeó el hombro—. Deja de preocuparte tanto —se encogió de hombros.

Axel asintió, pero aún no podía librarse de la sensación inquietante en su corazón.

—Todavía tenemos que encontrarlo, ¿qué te parece? —Axel habló.

Alderon giró la cabeza hacia un lado y le lanzó una mirada inquisitiva —¿buscarlo? ¿Estás hablando en serio ahora mismo? ¿Quieres dejar tu puesto ahora mismo para buscarlo?

Axel gruñó —él es nuestro compañero de cuarto ahora, tenemos que cuidar de él.