Archi le había enviado un mensaje a Nyx pidiéndole que lo encontrara en el jardín más tarde en la noche.
Nyx fue allí y lo vio ya esperándola. Estaba oscureciendo. Los pájaros se retiraban a sus lugares de descanso, el sol se escondía lentamente detrás de las nubes, mientras las estrellas comenzaban a aparecer, una por una.
—Oh, Archi —susurró ella, envolviéndolo en sus brazos.
—Madre —él correspondió al abrazo—, ¿cómo te fue?
Ella suspiró:
—Bueno, está teniendo algún tipo de efecto en él, pero... yo... no veo la razón por la que estamos haciendo esto. Él era...
Archi rodó los ojos:
—Por favor no empieces con esas cosas, ya te pregunté esto antes, si lo amas o no, claramente dijiste que no, ¿por qué sigues preocupándote por esto?
Ella bajó la cabeza, deshaciéndose del abrazo:
—Lo sé, solo estaba un poco escéptica, ya sabes —sus mejillas ardieron.
—Bueno, te llamé aquí por algo, sin embargo —él se aclaró la garganta.
—¿Qué?