2)Libertad

Andrómeda estaba en su casa, tensa como cada tarde de las últimas semanas. El temor por la seguridad de su marido, un hijo de muggles, la asediaba constantemente durante estos tiempos oscuros. Siempre temía que un día él no volviera, que se quedara esperando para siempre su llegada, sola. Esa tarde no era diferente, salvo por la lluvia, que caía de manera torrencial, como un mal augurio. Lo único positivo era que su pequeña hija, siempre tan inquieta, se había quedado dormida más temprano de lo habitual.

Andrómeda se había preparado un té y se dirigía al sillón para sentarse a esperar, rezando por la seguridad de su esposo, cuando un golpe brusco resonó en la puerta de la casa, rompiendo la calma de la tarde.

El sonido la sobresaltó. No podía ser su marido, aún faltaba tiempo para su regreso, y él no tocaría de esa forma. Las barreras protectoras que había puesto alrededor de la casa deberían impedir que cualquier intruso llegara a la puerta sin ser detectado. ¿Quién podría ser? En estos tiempos, una visita inesperada nunca era buena señal.

Con la varita firmemente en mano, Andrómeda se acercó a la puerta, escuchando los golpes que continuaban, espaciados pero insistentes. Miró por la mirilla, pero no vio nada. Algo no estaba bien.

"¿Quién es?" preguntó con cautela, mientras se reprochaba por revelar su presencia. El silencio era más seguro.

"A-Ayuda..." se escuchó entre la lluvia, una voz débil, pero desgarradora. Sonaba extrañamente familiar, aunque no lograba identificarla. El llanto era tan lastimero que su mano, casi por instinto, se dirigió al pomo de la puerta.

Cuando la abrió, lo que vio la dejó sin aliento.

Allí, arrodillada frente a ella, estaba una mujer empapada y sucia, llorando desconsoladamente. A pesar del estado en el que se encontraba, Andrómeda la reconoció de inmediato. Era su hermana. Bellatrix.

El miedo la congeló. Esa mujer, que se parecía tanto a ella y que al mismo tiempo le inspiraba tanto terror, estaba postrada a sus pies.

"Andy... ayúdame," sollozó Bellatrix antes de abalanzarse sobre ella.

Andrómeda apretó su varita con fuerza, lista para defenderse de cualquier ataque. Pero en lugar de violencia, sintió la cabeza de su hermana apoyarse en su regazo, llorando como una niña.

Su mano temblaba, y la varita permanecía apuntando a la cabeza de Bellatrix, pero algo en el llanto la detuvo. No entendía lo que estaba sucediendo. Ante ella no estaba la mortífaga sádica y desquiciada que había llegado a temer, sino una mujer rota, implorando ayuda.

"Ayúdame... por favor," repitió Bellatrix, las lágrimas corriendo por su rostro descompuesto.

Con una mezcla de confusión y compasión, Andrómeda le tocó la cabeza, intentando levantarla para verla a los ojos, para cerciorarse de que no se había equivocado. Y cuando lo hizo, vio a su hermana. No a la seguidora del Señor Tenebroso, sino a la niña que había sido antes, con una expresión de dolor que Andrómeda no recordaba haber visto desde que eran pequeñas.

"Ayúdame a salvarlos..." sollozó Bellatrix, aferrándose aún más al vestido de su hermana.

"¿Salvar a quién?" preguntó Andrómeda con cautela, sintiendo el peso de la oscuridad que rodeaba la situación. ¿A quién podría Bellatrix necesitar salvar? ¿Al mismísimo Voldemort?

"A mis hijos..." respondió Bellatrix entre lágrimas, dejando a Andrómeda completamente en shock.

...

Las hermanas Black se encontraban en la sala de estar, la atmósfera cargada con la tensión de los últimos eventos. Bellatrix estaba sentada, mirando su taza de té caliente con una expresión perdida, como si estuviera en un trance.

Andrómeda, de pie frente a ella, aún procesaba la sorprendente decisión de haber dejado entrar a su hermana en su hogar. La Bellatrix que veía ahora no se parecía en nada a la lunática que había aterrorizado a tantos; en cambio, parecía más su yo cuando iban a Hogwarts, aunque mucho más desdichada.

"Explícame de nuevo, ¿qué pasa con tus hijos?" preguntó Andrómeda con tono autoritario, manteniendo la varita en la mano. La desconfianza aún estaba presente.

"Ellos..." Bella lloró, derramando el té caliente sobre sus pies sin apenas notarlo. "Ayúdame, tengo que sacarlos de ahí."

Andrómeda, rápida y con experiencia como sanadora, hizo desaparecer el agua caliente antes de que causara más daño. Se preparó para ofrecer tratamiento, recordando su tiempo en San Mungo, antes de que naciera su hija. Sin embargo, lo que la sorprendió fue el estado casi catatónico de su hermana que no notó las quemaduras.

"¿Dónde están 'ellos'?" insistió Andrómeda, su preocupación creciente.

"En esa mazmorra... ¿Cómo pude dejarlos allí? Todo es mi culpa," sollozó Bella, cubriéndose la cara. "Ayúdame, Andy, por favor, no sé a quién más recurrir."

Andrómeda sintió un dolor de cabeza. La idea de que su hermana tuviera hijos la sorprendió, pero también le daba algo de esperanza; quizás los hijos la habían devuelto a la Bellatrix que conocía de su juventud. Sin embargo, eso no resolvía la situación actual. Si los hijos de su hermana realmente estaban en una mazmorra, necesitaban actuar con rapidez.

El estado de lamentación y confusión de Bella dificultó obtener información clara. La situación se volvió aún más complicada cuando su esposo Ted llegó a casa y se encontró con la difícil tarea de entender por qué una de las mortífagas más temidas estaba llorando en su sala. Ted, aunque inicialmente molesto, prestó su ayuda después de asegurarse de que Bellatrix no representara una amenaza inmediata.

Finalmente, la pareja Tonks logró entender parte de la situación, aunque eso no hizo que se sintieran mejor. De hecho, estaban aún en estado de shock después de que Bellatrix se quitara la túnica para mostrarles lo que tenía entre las piernas. La idea de que había utilizado esa parte de su cuerpo para embarazar a la fuerza a dos mujeres que ahora desesperadamente quería rescatar era retorcida.

A pesar de sus sentimientos de repulsión, Andrómeda y Ted no podían ignorar la súplica humillante que presenciaron. Bella, sin reservas, les reveló todos los secretos que poseía, sin importar cuán cruciales fueran para los mortífagos. Ella estaba dispuesta a contarles todo para recibir su ayuda. La oportunidad de acelerar el fin de la guerra era demasiado tentadora para ignorarla, incluso si había temores de que pudiera ser una trampa.

Bella pasó horas en casa de su hermana, inmersa en la desesperación por salvar a las dos mujeres que había llegado a amar. A pesar del agotamiento, no pudo descansar, su mente estaba centrada en cómo rescatar a sus hijos aún no nacidos. La situación era crítica y no permitía ningún retraso.

Andrómeda y Ted, tras discutirlo bajo la oscuridad de la noche, decidieron poner en marcha su plan. Andrómeda y Ted contactarían con la Orden del Fénix, revelando que había un traidor dispuesto a infiltrarse en las bases de los mortífagos. Aunque la Orden estaba escéptica, aceptaron la propuesta con la esperanza de obtener algún beneficio. El acuerdo era que la Orden proporcionaría un medio de transporte para las dos mujeres embarazadas a rescatar y el traidor, y después se mantendrían al margen, sin interferir en sus vidas. Dumbledore, al enterarse del trato, decidió probar suerte, aunque no le revelaron quién era el traidor.

Cuando Bella regresó a la mansión donde mantenía a las mujeres prisioneras, su actitud imponente había reemplazado la locura que había mostrado anteriormente. Entró en el lugar con una presencia dominante, infundiendo temor en los demás residentes. Se dirigió hacia las celdas y abrió las puertas con una sonrisa al ver a Jean y Pandora. Había estado muy preocupada, y suspiró aliviada al verlas bien.

Jean y Pandora, al ver la expresión alegre de Bella, pensaron que el momento de 'diversión' había llegado nuevamente. Comenzaron a desvestirse, pero Bella las detuvo. Las ayudó a levantarse y las condujo fuera de las celdas. Ambas mujeres estaban confundidas y asustadas; habían pasado meses en esas celdas sin salir nunca. Bella intentó tranquilizarlas, consolándolas y asegurándoles que todo iba a estar bien, pero les pidió que guardaran silencio.

Bella las condujo hacia afuera y, sin vacilar, mató al carcelero que vigilaba las mazmorras. En la mansión, volvió a asumir su actitud dominante, diciendo que su amo las había solicitado para un experimento y que ella humildemente las entregaría. Esto asustó a Jean y Pandora, pero se limitaron a temblar y dejarse arrastrar por Bella.

Antes de salir de la mansión, Bella desactivó algunas de las protecciones, asegurándose de que cualquier persona que lo supiera pudiera evitarlas o romperlas fácilmente. Una vez fuera, vio un carruaje tirado por thestrals, proporcionado por la Orden del Fénix. Los guardias de la casa habían permitido que el carruaje esperara fuera, ya que Bella había dicho que venía a recogerla.

Logrando salir de la mansión, bella pudo ver un carruaje llevado por thestrals, era el provisto por la orden del fenix. Los guardias de la casa lo dejaorn esperar en las afueras pues habia dicho que venia por la señorita lastrange y poco despues ella habia salido a confirmarlo junto a dos muejres embarazazdas.

Bella subió a las mujeres al carruaje y, tras revisar que no hubiera problemas, también subió y pidió al cochero que partiera rápidamente. La Orden del Fénix no estaba lejos y, después de sortear las defensas, estaban al acecho desde una distancia segura. Ni siquiera Dumbledore, que también había venido, pudo ocultar su sorpresa al ver que la supuesta traidora era Bellatrix, una de las siervas más devotas de Voldemort. Pensaron que podría tratarse de una impostora con la poción Multijugos, pero la confirmación por parte de Ted, quien también participaba en la redada, les hizo cuestionar qué era verdad y qué era mentira.

Tras la partida de Bella, la Orden del Fénix se infiltró en la mansión, acabando con todos los mortífagos presentes y rescatando a los demás prisioneros en las mazmorras. Los prisioneros confirmaron la presencia de Bellatrix en la mansión, revelando que la habían visto ir con frecuencia a una zona específica de las mazmorras. Aunque no sabían exactamente qué hacía allí, notaron que, con el tiempo, Bella parecía haberse calmado y ya no torturaba a los prisioneros por diversión como solía hacerlo.

...

El carro de thestrals los llevó durante un largo rato, mientras Bella rezaba para que nada los encontrara o siguiera. Durante el trayecto, también trató de calmar a las mujeres, cuyo avanzado estado de embarazo hacía que el estrés fuera perjudicial. Les aseguró que todo estaría bien, que serían libres y que ella las protegería de cualquiera que quisiera hacerles daño. Aunque dudaban de sus palabras, la situación demostraba lo contrario, y una mezcla de confusión y alegría comenzó a invadirlas lentamente.

En un momento de desconfianza aguda, Bella lanzó un hechizo Imperio sobre el cochero desprevenido, convencida de que no podía confiar plenamente en la Orden del Fénix. A pesar de su alianza temporal, el pasado conflictivo y los resentimientos no se borraban fácilmente. No se arriesgaría a que sus seres queridos corrieran algún peligro.

Bella ordenó al cochero que detuviera el carruaje. Una vez fuera, ella y sus mujeres se bajaron y el cochero continuó su ruta con nuevas instrucciones para hacer múltiples paradas y despistar a cualquier posible perseguidor.

Ahora estaban cerca de territorio muggle, y Bella hechizó a un hombre para que las llevara en su automóvil. En realidad, no tenía muchas opciones sobre a dónde ir. No contaba con gente de confianza que pudiera acogerla, quizás solo Andromeda, a quien ya le había pedido ayuda, pero no podía ir a su casa, pues la Orden del Fénix podría encontrarla allí. Su otra hermana tampoco podía ayudarla; estaba casada con Malfoy, su primo estaba en la Orden del Fénix y el resto de su familia seguía a Voldemort en su mayoría.

Pidiendo sugerencias a las mujeres que juró proteger, Pandora les dijo que estaban cerca de su casa y podían parar allí, lo que era necesario porque ambas parecían haber entrado en labor de parto. Bella se asustó al respecto, no sabía qué hacer, y tampoco creía que la casa de los Lovegood fuera segura. Si la Orden del Fénix había logrado invadir la base mortífaga de la que escaparon, podrían llegar a saber sobre Pandora y su casa sería uno de los lugares donde buscarían. No quedaba mucho tiempo y no podía aparecerse con las mujeres embarazadas sin poner en riesgo su condición.

Finalmente, Bella, Jean y Pandora llegaron al pueblo de Ottery St. Catchpole, donde estaba la casa Lovegood, pero en lugar de ir allí, se dirigieron al extremo opuesto del pueblo. En una zona boscosa y apartada donde había una cabaña abandonada. Aunque el lugar estaba en mal estado, era un refugio aislado que ofrecía cierto nivel de seguridad. Bella llevó a las mujeres allí, y aunque la cabaña no era ideal, no podía confiar en nadie más y su paranoia la obligaba a ser cautelosa.

Con unos simples hechizos, abrió la puerta, creó algo de luz y limpió lo mejor que pudo el lugar. Jean y Pandora ya casi no podían soportarlo más; estaban acostadas en el suelo de madera tratando de parir. Bella estaba preocupada y no tenía ni la experiencia ni los conocimientos médicos para ayudarles adecuadamente. Sin muchas opciones, intentó enviar un mensaje a su hermana, que era sanadora y sabría qué hacer, incluso revelando su ubicación a pesar del peligro.

Viéndose ante la dificultad de ayudar a Jean y Pandora y sin poder realizar ningún hechizo sobre ellas por miedo a perjudicarlas, salió a pedir ayuda a la única otra familia de magos que conocía en la zona, gracias a Pandora.

Bella se apareció no muy lejos de la Madriguera, pero las protecciones impidieron su entrada. Sin embargo, logró llamar la atención de Molly Weasley, que estaba sola en casa con sus hijos, ya que Arthur estaba ocupado con las incursiones de la Orden del Fénix.

Al ver a Molly, Bella suplicó ayuda desesperadamente. Pero la respuesta de Molly no fue nada amable.

"¡ASESINA!" Molly gritó, lanzando hechizos mortales hacia Bella.

Bella se defendió con todas sus fuerzas pero no contraatacó. Seguía rogando por ayuda, pero Molly estaba decidida a matarla.

"¡MATASTE A MIS HERMANOS Y ME PIDES AYUDA?!"

Bella, angustiada y viendo cómo el tiempo se le escapaba, se desesperaba cada vez más por cada segundo que pasaba lejos de las mujeres a punto de dar a luz. Aprovechando la oportunidad de que Molly había salido de la Madriguera para atacar, Bella conjuró una serpiente que ingresó a la casa Weasley.

"¡MAMA!" se escuchó un grito desde dentro.

El rostro de Molly palideció. Desesperada, realizó un último hechizo para distraer a Bella y corrió hacia su casa, encontrando a su hijo rodeado por la serpiente con los dientes a milímetros de su cuello. Ella quería intervenir, pero cualquier movimiento en falso podría costarle la vida a su hijo.

"Ven conmigo y ayúdame o tu hijo morirá," dijo Bella con determinación, su voz firme a pesar de la situación desesperada. No deseaba usar la vida de un niño como palanca, pero no podía permitirse perder más tiempo.

Molly, asustada, no tenía otra opción que seguir las instrucciones de Bella para salvar a su hijo. La desesperación la llevó a colaborar mientras pensaba en cómo podría resolver la situación, esperando que Arthur regresara pronto o encontrar una manera de librarse de Bella.

Finalmente, bella llevó a Molly a una casa abandonada de donde provenían gemidos de dolor. Al entrar, encontró a dos mujeres en medio del parto. Bella, entre lágrimas, volvió a suplicar, "Ayúdales, por favor," mientras mantenía su varita apuntando a Molly.

Aunque desconcertada por la situación, reconoció a Pandora y, siendo vecinas, se concentró en ayudar. Con su experiencia personal en el tema, Molly sabía lo que tenía que hacer.

Al ver el trabajo de Molly, Bella dejó de apuntar con su varita y comenzó a ayudar también. Molly, aunque deseaba resistirse, entendió que las mujeres necesitaban asistencia inmediata. Con la ayuda de ambas, la situación en la cabaña comenzó a estabilizarse, aunque la tensión y la preocupación seguían presentes.

El parto se extendió más de lo esperado, pero la presencia de dos brujas habiles hizo que la situación fuera más manejable. Jean y Pandora se sincronizaron, dando a luz casi al mismo tiempo. Pronto, dos hermosos bebés fueron entregados a sus madres, quienes, a pesar de la fatiga y el dolor, se abrazaron a ellos con una mezcla de amor y alivio.

Bella estaba abrumada por una felicidad genuina. Lloraba de alegría al ver a sus hijos finalmente en los brazos de sus mujeres. Su emoción era tan intensa que no se dio cuenta cuando Molly Weasley tomó su varita y la atacó por un costado. El hechizo la lanzó contra la pared como una bala de cañon, dejándola inconsciente.

Molly se acercó al cuerpo de Bella, varita en mano, decidida a vengarse. Sin embargo, al escuchar la voz débil de Pandora rogando desde el suelo, su determinación vaciló.

"NO, por favor..." dijo Pandora con lágrimas en los ojos. "Ella es el pad... la madre de nuestros hijos."

La sorpresa de Molly se hizo evidente, pero estaba decidida a terminar lo que había comenzado. No obstante, el llanto desesperado de su vieja amiga le hizo dudar.

"Por favor, sé que es mala... pero es lo único que tenemos. Dale una oportunidad... por favor, te lo suplico, por nuestros hijos."

Molly, con las manos temblorosas, vaciló. Las dudas la asaltaron, y antes de que pudiera tomar una decisión, una figura apareció y le apuntó con su varita.

"Baja tu varita, Molly. Sé que mi hermana fue un monstruo, pero lo que tienes delante es solo una madre que hace lo que sea por sus hijos. Vete, olvida lo que pasó aquí y deja que el futuro diga si habrá un ajuste de cuentas entre ustedes."

Molly se encontró sin opción de vengarse y sin ánimos para hacerlo. Miró a Pandora y a la otra mujer, que estaba cayendo en la inconsciencia, junto a sus hijos. No sabía cómo sentirse. Finalmente, bajó la varita y se dirigió hacia la puerta, preocupada más por sus hijos que por su venganza.

"Molly," la llamó Andromeda antes de que ella saliera por la puerta. "Como madre te pido que no cuentes nada de lo que pasó aquí, ni quiénes ni dónde. Todo padre tiene derecho a redimirse con sus hijos. Sé que mi hermana hizo cosas malas, pero esos niños la hicieron cambiar. No planeo hacer nada en tu contra, pero déjame confiar en que no arruinarás la oportunidad de mi hermana de enmendarse, o lastimarás a estos niños quitándoles a su padre... madre"

Molly no respondió y simplemente se fue, dejando a Andromeda con un suspiro de incertidumbre. La situación era complicada: Bellatrix parecía estar cambiando para bien, y Andromeda no quería interferir en ese proceso, pero tampoco estaba dispuesta a hacer daño a alguien inocente como Molly. Solo podía confiar en que las cosas se resolverían de la mejor manera posible.

Andromeda se dirigió a revisar a Jean y Pandora, asegurándose de que sus hijos estuvieran bien cuidados. Luego, se ocupó de su hermana, administrándole el tratamiento necesario para sus heridas. Después de esto, volvió a las nuevas madres, dedicándoles toda su atención para proporcionarles los cuidados post-parto que necesitaban.

Sabía que no era el momento adecuado para moverse, con su hermana inconsciente y las mujeres en una situación tan delicada. Con sus habilidades mágicas, trabajó arduamente para hacer el lugar lo más acogedor posible, creando un entorno seguro y cómodo para las nuevas madres y sus bebés. Hizo todo lo posible para preparar el lugar hasta que pudieran marcharse, esperando que la situación se calmara y pudiera encontrar una solución adecuada para todos.