4)El retorno de Bella

Con la familia ahora reunida, el mundo parecía más colorido. Las tres mujeres se sentían llenas de dicha al contemplar a sus hijos, pequeños seres que colmaban sus corazones. Por un tiempo, todo parecía en calma, pero sabían que eventualmente las cosas tendrían que cambiar.

La vida que llevaban no era del todo mala, pero no podía durar para siempre. Bella no podía seguir robando cada vez que necesitaban algo, y la vida aislada en esa cabaña no era sostenible ni para Pan, Jean, ni para los tres niños. Sabían que la peor parte de la guerra había quedado atrás: el Señor Oscuro había sido derrotado, y los Mortífagos, dispersos o encarcelados. Pero esconderse en las sombras no sería una opción a largo plazo.

Tras intensas discusiones, la familia decidió que no podían continuar completamente ocultos. Bella contactó a su hermana, Andromeda, una vez más para pedirle ayuda.

Andromeda había visitado varias veces, preocupada por la salud de los niños, y los encontró bien. Aunque sabía que no habían nacido de manera convencional, no detectó problemas en ellos. Eran hermosos, con rasgos que recordaban a sus madres en algun punto: el cabello, los ojos, las facciones. Aunque estaba feliz por el regreso de Jean y su hija, la relación que habían formado las tres mujeres la incomodaba un poco, aunque se guardaba sus opiniones.

Al final, Andromeda decidió involucrar nuevamente a su marido, Ted Tonks, quien, como abogado, podría ayudarles. Tras largas conversaciones, decidieron contactar a la Orden del Fénix una vez más, sabiendo que las circunstancias eran delicadas.

La Orden, por su parte, seguía intrigada por el destino de Bellatrix tras su desaparición aquella noche. No habían logrado rastrearla, solo tenían la información que ella misma les había proporcionado, la cual resultó ser completamente cierta. Esa información fue clave para desmantelar varias bases de Voldemort con ataques repentinos que mantuvieron ocupados a los miembros de la Orden durante semanas.

Molly, una de las pocas que conocía el paradero de Bellatrix, jamás reveló su ubicación. No es que no quisiera hacerlo, pero cada vez que lo intentaba, algo extraño ocurría que ponía en peligro la vida de uno de sus hijos. Después de notar ese patrón, dejó de intentarlo, temerosa de las consecuencias.

Fue Albus Dumbledore quien recibió a la pareja Tonks cuando le contactaron. Después de varias conversaciones intensas, se llegó a un acuerdo. Una reunión con Bellatrix fue pactada bajo términos específicos: si las negociaciones no eran fructíferas, Bella tendría permiso de escapar sin ser atacada ni retenida, ni durante ni después del encuentro.

...

Finalmente, Bella se preparó para conocer al viejo director, y la reunión se programó en Hogwarts como gesto de buena voluntad. Estaba nerviosa. Pan y Jean apenas la dejaron salir, preocupadas de que todo saliera mal y las separaran. Bella tampoco estaba segura, pero sabía que, por el bien de sus hijos, la única alternativa viable si las cosas no resultaban era huir de Gran Bretaña, plan que ya tenían preparado de antemano.

Dumbledore, sentado en su habitual silla, esperaba pacientemente. A su lado, dos mujeres también se encontraban presentes para la reunión. Una, de figura esbelta, vestía una túnica negra que apenas ocultaba sus marcadas curvas, a pesar de su pecho moderado. La otra tenia más edad, pero no era menos sexy, era una MILF que lucía una túnica verde que destacaba sus pronunciadas formas, proyectando una madurez encantadora, segura y estricta.

Los tres presentes aguardaban en silencio hasta que ella finalmente apareció. Ninguno podía creer lo que veían. Ted y Andromeda la acompañaban, pero en lugar de encontrarse con la mujer que alguna vez fue su enemiga en la guerra, vieron a alguien completamente diferente. Dumbledore y McGonagall recordaron a Bellatrix de sus años en Hogwarts, muy distinta a la imagen de la despiadada seguidora del Señor Tenebroso que se les había grabado en la memoria.

Bellatrix estaba impecablemente arreglada para la ocasión. Llevaba un vestido negro elegante y sofisticado, con un toque revelador en los hombros y un escote sutil, lo justo para llamar la atención sin exagerar. Fue Andromeda quien la ayudó a conseguirlo. Su look se completaba con pequeñas joyas discretas, perfectamente acordes al conjunto, y su cabello, cuidadosamente peinado, brillaba con una luz atrapante. La mujer que tenían frente a ellos no se parecía en nada a la asesina fría y sin remordimientos que había aterrorizado al mundo. Se veía como una dama noble, con modales refinados que, aunque oxidados por el tiempo y las circunstancias, volvían a aparecer poco a poco.

La apariencia de bella no fue casualidad, se habia deseado mostrar su mejor version, y Jean y Pan se habian encargado de eso. Sus amadas mujeres la habia estado preparando durante horas solo para este encuentro.

La sorpresa en la sala era palpable. Nadie podía creer que Bellatrix pudiera verse tan diferente y comportarse con tal respeto y educación. Era como si estuvieran viendo a una persona completamente nueva. Snape, quien la conocía desde sus días como mortífagos, comprendía mejor que nadie la magnitud de este cambio.

Bella, al ver a Snape junto a Dumbledore, sintió un torrente de emociones. Tenía tantas cosas que quería decir, tantas palabras que se agolpaban en su mente, pero sabía que por el bien de las negociaciones, debía mantener la calma. Optó por guardar silencio, controlando cuidadosamente sus reacciones.

La reunión comenzó de manera lenta, con algunos saludos formales y elogios sobre la apariencia de Bellatrix. Ella, aunque tensa, mantuvo la mejor sonrisa posible mientras respondía a los cumplidos con cortesía. Sin embargo, pronto llegó el momento de la verdadera conversación. Con una voz firme, pero contenida, Bella empezó a narrar lo que ocurrió aquella noche y los eventos que la llevaron a traicionar a su antiguo maestro.

Bella estaba preparada para este momento, y con la ayuda de Ted, comenzó a relatar su historia. Reveló que su unión con el Señor Tenebroso había ocurrido gracias a su prometido... el matrimonio arreglado con la familia Lestrange, un acuerdo que la familia Black había establecido.

En su juventud, Bellatrix era una joven orgullosa y algo rebelde, lo que McGonagall corroboró recordando las travesuras que ella y sus hermanas hacían durante su tiempo en Hogwarts. Este comentario hizo que Andromeda se sonrojara ligeramente, recordando algunas vergonzosas aventuras de su juventud.

Al principio, Bellatrix estaba genuinamente atraída por el grupo que Voldemort había formado. Sus ideales sobre la supremacía de los magos le parecían lógicos y justificados, por lo que su adhesión al movimiento no sorprendió a nadie. Sin embargo, con el tiempo, las cosas comenzaron a cambiar. A medida que los métodos de Voldemort y los mortífagos se volvían más radicales, Bellatrix empezó a cuestionarse si era la mejor decisión seguir con ellos. Aunque todavía creía que los magos eran superiores a los muggles, prefería una separación total entre ambos mundos, más que dominarlos por la fuerza de ese modo tan bruto. Esta postura, sin embargo, empezó a tambalearse cuando en su vida entró cierta persona hace algunos años: una muggle que cambió su perspectiva.

Volviendo a su relato, Bellatrix habló de su orgullo y cómo, en un momento, decidió que ya no podía seguir siendo parte de algo que no representaba sus verdaderos ideales. Le comunicó a su prometido que quería irse del grupo, dejándole claro que si la respetaba como su futura esposa, debería al menos considerar su decisión e irse. No pretendía obligarlo ni nada, pero era firme en que no compartía los mismos ideales que él. A pesar de que el matrimonio arreglado seguía en pie, quedó claro que Bellatrix no sería una esposa fácil de manejar. Después de todo, era una Black.

Sin embargo, tras esa conversación, Bellatrix notó algo extraño. Sus recuerdos de esa época comenzaron a volverse confusos, como si se estuvieran desdibujando en su mente. Recordaba haber confrontado a su prometido, pero después, todo empezaba a volverse nebuloso. Con el paso del tiempo, sus pensamientos se aclararon de nuevo, pero cuanto más nítidos se volvían, más notaba un cambio en ella misma. Sus pasatiempos sadistas comenzaron a ocupar más espacio en su vida, las ideas de los mortífagos le parecían cada vez más acertadas, y su devoción por Voldemort crecía sin control.

La conversación se centró en ese punto crucial durante un buen rato. Dumbledore y McGonagall escuchaban atentamente, pero la incredulidad se reflejaba en sus rostros. No podían evitar pensar que su relato era demasiado conveniente, una versión suave de la típica excusa de los mortífagos que afirmaban haber sido controlados por la maldición Imperius. Las dudas persistieron hasta que se sugirió el uso del Pensadero en la oficina del director. Bellatrix accedió, y cuando introdujeron sus recuerdos, todos vieron la verdad: sus memorias se presentaban tal como ella las había descrito. Al principio, nítidas y coherentes, luego difusas y finalmente claras otra vez, pero con una Bellatrix completamente diferente, cada vez más atrapada en la locura y el fanatismo.

Las dudas comenzaron a disiparse, pero el ambiente aún estaba tenso. Fue entonces cuando Snape, sintiendo una presión insoportable, decidió hablar. Era como si un entidad aterradora le estuviera vigilando, esperando a atacarle si no confesaba algunas verdades que había guardado por años.

Snape reveló que, en su papel como 'doble agente', tenía conocimiento de ciertos hechos que se mantenían en secreto. Explicó que, al principio, cuando el Señor Tenebroso apenas comenzaba a ganar poder, no permitía que ningún miembro de su círculo más cercano se alejara. Aquellos que intentaban huir, los "traidores", eran ejecutados públicamente como advertencia. Sin embargo, cuando los traidores eran útiles o pertenecían a familias poderosas, como los Black, se aplicaban otros métodos más sutiles.

En esos casos, se utilizaban poderosos hechizos de confusión, olvido y manipulación mental. La idea era mantener a los individuos dentro del círculo hasta que estuvieran tan implicados en los crímenes y actividades de los mortífagos que no tuvieran otra opción más que continuar. Snape dudó antes de revelar lo siguiente, ya que estaba profundamente involucrado en esos métodos, pero esa sensación de peligro lo obligó a continuar.

Durante el tiempo de Bellatrix en las filas de Voldemort, el grupo experimentó con ciertos miembros que eran considerados demasiado orgullosos o peligrosos para ser simplemente manipulados con magia. En esos casos, un enfoque más agresivo era necesario, ya que esos individuos podrían contraatacar si los hechizos fallaban. Bellatrix fue una de esas personas, y el permiso para proceder vino de su propio esposo, Rodolphus Lestrange.

Snape explicó, con notable incomodidad, que él mismo había estado a cargo de desarrollar varias pociones experimentales bajo las órdenes de Voldemort. Estas pociones, diseñadas para inducir lealtad, olvidar recuerdos, desensibilizar emociones y otros efectos oscuros, fueron probadas en Bellatrix. La familia Black era demasiado influyente, y si Bellatrix se alejaba, podía arrastrar a otros con ella. No podían permitir que eso sucediera.

Bellatrix fue uno de los pocos "éxitos" de esas pruebas. Mientras que muchos otros sujetos sucumbieron a la locura total o a un deterioro mental irreversible, Bellatrix se mantuvo. Su personalidad se fue distorsionando lentamente, su adoración y lealtad hacia Voldemort crecieron exponencialmente, al igual que su locura. Los hechizos y las pociones no destruyeron su capacidad mental, sino que la retorcieron hasta convertirla en una seguidora fanática, sin perder su habilidad para ser una de las mortífagas más peligrosas.

Mientras Snape hablaba, Andrómeda apretó la mano de su hermana, sintiendo una mezcla de rabia y tristeza al escuchar lo que le había sucedido. A medida que la historia avanzaba, Andrómeda no pudo contener más sus emociones y, al final, abrazó a Bellatrix con fuerza, sin querer soltarla. Las lágrimas rodaban por su rostro, y en silencio, se maldecía a sí misma por no haber estado allí para proteger a su hermana.

McGonagall, profundamente conmovida, también dejó su lugar. Con lágrimas en los ojos, se acercó a su antigua estudiante y la envolvió en un abrazo, poniento su cabeza entre sus grandes tetas. Bellatrix, atrapada en esos pechos, sintió cómo viejos recuerdos resurgían, generando una potente erección. McGonagall notó algo, pero decidió ignorar por el momento. En lugar de alejarse, continuó consolando a su antigua alumna por todo lo que le había pasado.

Snape intentaba mantener su expresión indiferente bajo la mirada seria de Dumbledore y la mirada asesina que Bellatrix le dirigía desde entre las tetas de McGonagall. Se apresuró a excusarse, afirmando que ella solo había creado las pociones a petición del Señor Tenebroso y que no sabía para qué se usarían o en quién se aplicarían. Sin embargo, esto no era completamente cierto; en realidad, Snape había estado entusiasmado por probar esos productos, motivado por fines oscuros que, incluso ahora, continuaba explorando en secreto.

La atmósfera cambió ligeramente tras esta revelación. Bellatrix comenzó a recibir un trato diferente, con McGonagall mostrándose claramente de su lado, apoyándola en casi todas sus declaraciones. Incluso Dumbledore, que hasta ese momento había mantenido una postura más cautelosa, pareció abandonar algunas de sus dudas sobre las intenciones de Bellatrix al acudir allí.

A Snape se le cuestionó por qué no había informado antes sobre estos experimentos, ya que muchas otras personas podrían haber sido rescatadas, al igual que ahora lo era Bellatrix. Esta, con un tono áspero, declaró que no tenía sentido decirlo, que no tenian salvación. Lo que les habían hecho era irreversible. Explicó que, tras los múltiples hechizos y pociones, no existía ni la más mínima posibilidad de regresar a la normalidad. Mencionó nombres de otras personas que habían sufrido lo mismo: algunos ya muertos, otros encerrados en los pabellones mentales de San Mungo. Que la situacion actual de Bella, esta aparente recuperación, era un misterio incluso para ella, pues conocía mejor que nadie lo profundo del daño causado.

Dumbledore asintió lentamente, reconociendo algunos de los nombres que mencionó. Afirmó que Snape tenía razón al señalar que para esas personas en el hospital no había ninguna expectativa de una recuperación completa, si es que alguna vez existía posibilidad de alguna recuperación. McGonagall solo pudo resoplar con frustración, mientras seguía acariciando el cabello de Bellatrix.

Así, la conversación continuó. Se discutió cómo Bellatrix, pese a estar en un estado aparentemente irreversible, había comenzado a recuperar su lucidez y a comportarse como su antiguo yo. Relató que su locura había empeorado con el tiempo, algo que Snape confirmó algo previsto. Sus decisiones se volvían cada vez más caóticas y desprovistas de lógica, aunque igualmente horribles.

Aunque le avergonzaba y no deseaba revelar esa parte tan íntima de su vida, Bellatrix entendió que la situación lo ameritaba. Con voz temblorosa, relató cómo, en su locura, había tenido ideas oscuras que la llevaron a utilizar magia para alterar su cuerpo. En ese estado, había hecho cosas horribles a un par de prisioneras. A pesar de no entrar en detalles explícitos sobre lo que ocurrió en esas celdas—pues consideraba que era algo privado tanto para ella como para sus mujeres—dejó claro, de manera general, lo que había sucedido. Su relato la volvió emocionalmente inestable, pues se trataba de una historia oscura que, paradójicamente, marcó el comienzo de su maravilloso presente.

Explicó que, por alguna razón desconocida, cada vez que pasaba tiempo con esas dos mujeres, su estado mental mejoraba un poco. Esas mujeres se convirtieron en su luz en la oscuridad. Con el tiempo, tras meses de recuperación constante, llegó un punto en el que, en un solo instante, su mente pareció restablecerse completamente, como si hubiera regresado a ser la Bellatrix de antes. Fue entonces cuando decidió buscar a Andromeda para pedir ayuda.

Ahora, todos conocían la historia completa de cómo había llegado hasta ese punto. Aquellos que ignoraban lo sucedido quedaron profundamente sorprendidos por la revelación.

Dumbledore, en su característico tono tranquilo, preguntó por las dos mujeres que habían desempeñado un papel tan crucial en su recuperación. Bellatrix, sin embargo, respondió que estaban bien, en casa, junto a sus hijos. Dumbledore expresó su interés en conocerlas, pero la reacción de Bellatrix fue inmediata y peligrosa. Sus ojos se tornaron oscuros, no con locura, sino con un instinto salvaje, casi mostrando los dientes en una actitud amenazante. Ted y Andromeda fueron quienes intervinieron para evitar que la situación escalara.

La reacción de Bellatrix no era la más adecuada, pero el miedo que sentía por su familia era palpable. No quería que Dumbledore o nadie más se acercara a sus seres queridos, al menos no hasta que hubiera un acuerdo concreto. Fue Andromeda quien habló en ese momento, jurando por su propia hija que ni las mujeres ni sus hijos estaban siendo retenidos, sino que vivían felices junto a Bellatrix. Aunque Dumbledore todavía tenía sus preocupaciones, decidió confiar en la palabra de la otra hermana Black, al menos por el momento.

Al final, Dumbledore concluyó que la recuperación de Bellatrix se debía a una de las magias más poderosas: el amor. Aceptó que Bellatrix, al enamorarse profundamente, había encontrado la fuerza para recuperar la cordura y proteger a quienes amaba. No había otra explicación plausible, y todo apuntaba a que ese amor genuino la había salvado, lo cual resultaba beneficioso para ella.

Se discutieron algunos puntos adicionales, pero el camino hacia un futuro más prometedor parecía claro. Cuando Bellatrix regresó a casa, Jean y Pan estaban al borde de la ansiedad, con el corazón en la garganta. No les ocultó nada más. Con un abrazo lleno de lágrimas y emoción, les reveló, con alegría, que dentro de una semana tendría un juicio en el Wizengamot con el apoyo de Dumbledore.

Esa noche fue de celebración para la familia. Finalmente, podían vislumbrar un futuro más brillante.

...

El juicio se celebró, para sorpresa de muchos. Aunque los procesos contra Mortífagos ya no eran inusuales, la aparición de Bellatrix Lestrange lo fue. Se había creído que había desaparecido, incluso desde antes de la derrota del Señor Tenebroso.

Muchos de sus antiguos compañeros ya habían sido condenados o absueltos bajo la excusa de haber estado bajo la Maldición Imperius. Otro juicio más no habría sido diferente, pero algo en este caso destacaba. Primero, porque el juicio estaba patrocinado por Albus Dumbledore; segundo, porque Bellatrix tenía como abogado a Ted Tonks, un hijo de muggles; y tercero, por el aspecto de Bellatrix. Nadie podía imaginar que, tras haber sido fugitiva, pudiera presentarse con una apariencia tan cautivadora, noble y hermosa. Su porte y elegancia contrastaban profundamente con la imagen de una mujer rota por la guerra o el exilio. Bellatrix lucía tan imponente que muchos de los presentes apenas podían asociarla con la despiadada Mortífaga que una vez aterrorizó el mundo mágico.

El juicio, lejos de ser común, fue excepcional en todos los sentidos. Mientras que otros Mortífagos se excusaban con débiles defensas, Bellatrix traía consigo una cantidad de pruebas abrumadora. Dumbledore, con la ayuda de Severus Snape, había reunido una serie de evidencias cruciales sobre lo que le había ocurrido. Entre los testigos se encontraban antiguos prisioneros rescatados durante aquella infame incursión de la Orden del Fénix años atrás.

El caso se presentó de manera detallada, exceptuando ciertos aspectos íntimos y dolorosos, como las violaciones y los eventos resultantes de ellas. Se destacó que fue gracias a la relación que formó con dos prisioneras que Bellatrix logró recuperar su cordura y pudo proporcionar información clave sobre los Mortífagos. Esa información resultó vital para los esfuerzos de la resistencia contra el Señor Tenebroso.

 Durante el juicio, Bellatrix se ganó numerosos enemigos. Su traición fue conocida solo por unos pocos dentro del círculo más cercano a Voldemort, pues Bellatrix no era cualquier seguidora; era una de las más devotas. El hecho de que ella hubiera traicionado a Voldemort no era buena publicidad. Pero ahora, ante todos, esa traición salía a la luz, provocaba una furia creciente entre los ex Mortífagos y los magos oscuros presentes.

Descubrieron que Bellatrix había jugado un papel fundamental en la caída de los Mortífagos, y por ello, la odiaban profundamente. Sin embargo, durante el juicio, Bellatrix lanzó miradas que helarían la sangre del más valiente. Aquellos que la despreciaban sabían que su rencor era recíproco, y no querían estar en el camino de una Bellatrix libre, fría y calculadora. Sabían lo que era capaz de hacer en su estado de locura; temían lo que podría hacer ahora que había recuperado la cordura.

Al final del juicio, tras la presentación de todas las pruebas, se abogó por su perdón. La defensa sostuvo que Bellatrix no era completamente consciente de sus actos bajo la influencia de la magia oscura, y que su colaboración había sido crucial para la derrota del Señor Tenebroso y el rescate de muchos inocentes.

Finalmente, se procedió a una votación para decidir si Bellatrix sería perdonada y se le concedería la libertad para volver a vivir en el mundo mágico. Bellatrix no pedía más que eso: una oportunidad de vivir en paz junto a su familia. La votación comenzó.

Como se mencionó, muchos Mortífagos no querían ver a Bellatrix en libertad, ya fuera por odio o por miedo a lo que pudiera hacerles. Ella había dejado claro que no tenía buenas intenciones hacia ellos. Muchos, como Lucius Malfoy, votaron en contra de su perdón, a pesar de la evidente hipocresía de su postura.

Por otro lado, Dumbledore la apoyó, lo que hizo que varios de sus seguidores más fieles también lo hicieran. Entre ellos, aquellos que habían presenciado cómo Bellatrix les había facilitado la entrada a la mansión, dejando las protecciones abiertas, lo que demostraba que realmente había traicionado a los Mortífagos.

Entre quienes votaron por su perdón, había personas con razones más allá de la justicia o de su afiliación con los Mortífagos o la Orden del Fénix. Una de ellas era Amelia Bones, cuya postura era comprensible, ya que su hermano y cuñada habían sido asesinados por el Señor Tenebroso, quedando ella a cargo de su sobrina Susan. Sin embargo, su verdadera razón para apoyar el perdón de Bellatrix era pensar que su marido, aunque distante a su propia familia, querría que apoyara a su prima. Amelia, aunque no era la mejor esposa en el hogar, pensaba que hacerle este favor sería apropiado, especialmente tras ver las pruebas.

Otra persona inesperada fue Augusta Longbottom. Tras la muerte de su hijo y su nuera, solo deseaba venganza. Al ver lo aterradora que Bellatrix resultaba para los Mortífagos que habían sido absueltos, decidió que sería beneficioso dejarla en libertad, con la esperanza de que pudiera causar muchos desastres.

Arcturus Black III también votó a favor del perdón, aunque no solo por lealtad familiar. A pesar de lo que se podría haber esperado, Arcturus buscaba venganza. No conocía los detalles de lo que había pasado Bellatrix, pero consideraba un insulto para la familia Black lo que había sucedido, no solo con Bella, sino también con Narcissa y la pérdida de su nieto, Regulus. El guardapelo cristalizado en algo similar al ambar, colgado de su muñeca como un recordatorio, era prueba de su resentimiento hacia Voldemort y su gente.

Y una gran sorpresa fue Veronica Parkinson, quien acudió al juicio en nombre de su marido, Lord Parkinson. Los seguidores del lado oscuro se quedaron atónitos al verla votar a favor de Bellatrix, siendo la esposa de un ex-Mortífago. El cruce de miradas entre Bellatrix y Veronica fue extraño. Veronica la observaba como si hubiera encontrado a alguien a quien creía perdido hace mucho, y su rostro se iluminaba con una felicidad inesperada, como si su vida volviera a tener sentido al verla. Esto confundió a Bellatrix, pero no iba a discutir con nadie que la apoyara.

Finalmente, Bellatrix fue perdonada y liberada de cualquier cargo por sus crímenes pasados... a pesar de haber cobrado tantas vidas. Afortunadamente para ella, el defectuoso sistema judicial jugó a su favor.

Al final del juicio, Bellatrix deslumbraba no solo por su apariencia, sino también por su actitud. Muchas personas querían acercarse a ella para hablar, pero lo único que deseaba era salir de allí y compartir la noticia con sus mujeres. Solo se detuvo un momento cuando Arcturus la llamó, a lo que respondió prometiendo visitarlo en el futuro. Ignoró al resto, incluida Veronica, quien parecía desesperada por hablar con ella, pero no tuvo la oportunidad antes de que Bellatrix se marchara.

Cuando regresó a casa, su alegría era palpable. Jean y Pan estaban tan felices como ella. Esa noche fue otra de celebración, pero mucho más salvaje que de costumbre. No solo disfrutaron hasta altas horas de la noche, sino que también probaron posturas difíciles que seguramente les dejarían doloridas al día siguiente, pero para una victoria como esa, el sexo debía ser memorable.