—Hoy se supone que es un descanso. No es nada serio —dijo alguien—. Además, somos compañeros de clase de tu padre. Nos ayudó la última vez. Es justo que le ayudemos esta vez.
Gu Yundong bajó los ojos. Después de un rato, levantó la vista. —Ya que has dicho eso... es difícil rechazar tu amabilidad. Gracias por su ayuda.
Luego, tomó decisivamente una gran pila de papel del cajón, así como más de 20 plumas, y las colocó ordenadamente sobre la mesa.
—No hay suficientes mesas aquí. Ya he conseguido que alguien las pida prestadas. Cuando llegue el momento, tomen asiento —anunció—. Todos, apáñenselas.
Todos se quedaron sin palabras.
¿Así es como nos agradeces?
De hecho, poco después, Xue Rong ya había instruido a alguien para traer varios escritorios grandes. En la sala de estudio, en la sala central, incluso en el comedor, se instalaron los escritorios.