Aunque Miss Ji expresaba un desprecio completo por la Medicina Tradicional China, Abner no estaba dispuesto a rendirse. Había estado en muchos países, y China era su única esperanza.
La enfermedad de su madre no podía retrasarse más.
—Señorita Ji, creo que usted está sesgada contra las prácticas médicas chinas antiguas. El tratamiento aún no ha terminado, y ninguno de nosotros tiene derecho a juzgar si ella es una impostora o no —dijo él.
Al ver a Abner aún terco y persistente, Miss Ji continuó:
—Señor Abner, entiendo que en su desesperación por curar a su madre, intentaría cualquier cosa. Dejemos de lado, por un momento, si la medicina antigua es efectiva. Pero considere su edad. ¿Cree que ella, siendo apenas una niña, es capaz de realizar cirugías que salven vidas?
Él tuvo que conceder el punto.
Era demasiado joven.