En ese mismo momento, Ni Yang dobló la cuchara de plata en su mano con una sola mano.
No estaba bromeando. Si Shangguan Dehui se atreve a acosar a Ni Cuihua, ¡él pagará un precio!
Shangguan Dehui pareció no haber esperado esto de Ni Yang, y se quedó sorprendido por un momento.
El comportamiento de esta niña era cada vez menos como el de una joven de dieciocho años.
Era más como un capataz curtido, con un aire intimidante que podía hacer que uno se estremeciera involuntariamente. Incluso él, siendo profesor, sentía una presión innombrable.
—Yangyang, no te preocupes. Mientras tu madre esté de acuerdo, prometo protegerla por el resto de mi vida, ¡sin que sufra la más mínima ofensa! —Nadie podía entender los sentimientos de Shangguan Dehui, habiendo recuperado lo que había perdido en la mitad de su vida.
Por no mencionar la menor indignidad, no permitiría ni siquiera que Ni Cuihua derramara una lágrima.