Ta-da - Ta-da!

—¡Kya! —mamá, ayúdame a ponérmelo.

—Ji ji ji. —¡Yo también!

—Pío pío.

Los tres se dirigieron hacia Chunhua, se sentaron en su regazo y le entregaron sus collares.

Chunhua ayudó a los tres a ponerse los collares. Mágicamente, las cadenas se acortaron al contacto y se ajustaron perfectamente al cuello de los pequeños.

—Maestro, ahí está usted. Necesito hablar con usted —Siri entró con paso decidido y ocupó el asiento junto a Chunhua.

Los cuatro, después de conseguir un juguete nuevo, se apresuraron a salir a jugar y cuando vieron a Haoran, lo siguieron como colitas pequeñas y lo ayudaron a recoger las verduras y las frutas.

—¡Kya! —¡Buenos días, Hermano Guapo! Venimos a ayudarte.

Haoran estaba acostumbrado a su compañía cada mañana. Tomó la cestita pequeña y se la dio a ellos.

—¡Ji ji ji! —¿Cuál debemos recoger? —Pequeño Ginseng miró a Haoran y los cuatro huevos en su cesta. Tan pocos, supongo que hoy no habrá pudín de huevo.