—Sí. —Lin Qingluo asintió sin vacilar, conteniendo la respiración de manera subconsciente.
—Maestra, los Guardias Lobo Negro están en el segundo piso de la posada, en la habitación con la ventana herméticamente cerrada al extremo oeste. —Al ver llegar a su maestra, el Pequeño Martín Pescador se animó de inmediato, aleteando para mostrar el camino.
Lin Qingluo miró hacia la ventana del segundo piso, contemplando su siguiente movimiento. En un momento, sacó un pañuelo de su pecho, cubriéndose la mitad de la cara. Mientras Xu Yanru y su hermana miraban confundidas, sus ojos se llenaron de solemnidad.
—Tía Xu, Maestra, los Guardias Lobo Negro son perversos y astutos. Podría haber humo venenoso. Es mejor estar preparadas. —Qingluo tiene razón. —Los ojos de Xu Ruyun se oscurecieron mientras hacía una señal silenciosa para que las oficiales del Departamento de Supervisión que la seguían se cubrieran la boca y la nariz.