—Leibao necesita perder peso, engordar más afectará su corazón y pulmones, y acortará su vida —Lin Qingluo, desde una perspectiva médica, llegó a esta peculiar conclusión, acariciando la cabeza de los tres perros uno por uno, sonriendo y aconsejando a los tres grandes perros—. Uno Gris, Dos Gris, Tres Gris, les encomiendo esta tarea. Desde ahora, lleven a Leibao a caminar diariamente, sacándolo de la Casa del Leopardo, y hagan que corra unas cuantas vueltas en la Arena de Artes Marciales.
—Guau guau guau —Los tres grandes perros entendieron y tenían una mirada juguetona en sus ojos mientras movían sus colas con entusiasmo en señal de aprobación.
—Rugido —Baoya de repente saltó de los brazos del Pequeño Príncipe, corrió hacia la cerca como un remolino, usó sus cuatro patas, y trepó sobre la espalda de Leibao.
—Jadeo jadeo —Leibao estaba tan cansado que jadeaba pesadamente, acostándose de nuevo bajo la sombra del árbol, sin ánimos de prestarle atención.