—¿Estoy abrazando muy fuerte? ¿Qué tal así? —La Novena Dama Lin Jiufu lucía una sonrisa maternal en su rostro mientras mimaba a Hunao y aflojaba ligeramente sus brazos.
—Pío. —Hunao suspiró aliviado y se acurrucó formando una pequeña bola, sintiéndose cómodo en sus brazos.
—Ay, qué adorable. —El cariño en los ojos de Lin Jiufu parecía convertirse en agua:
—Un tigrecito tan suave y bonito podría abrazarse todos los días y aún así no sería suficiente.
—Dado que a la Novena Tía le gustan tanto las mascotas bonitas, ¿por qué no darle a Qingluo otro hermanito para criar a su lado? —Los ojos de Lin Qingluo brillaban y su rostro se iluminó con una dulce sonrisa.
—Suspiro. —La mirada de la Novena Dama Lin Jiufu se oscureció y su sonrisa se congeló en su rostro.