—Mm-hmm.
El Pequeño Martín Pescador estuvo completamente de acuerdo, incluso más curioso sobre aquella mujer:
—Si tenemos oportunidad, vamos a visitarla y charlar sobre nuestras vidas pasadas y presentes. Tal vez sea alguien que nuestro Maestro conozca.
—Jeje.
Lin Qingluo encontró eso divertido:
—Tú quieres charlar con ella, pero ella tiene que estar dispuesta a reconocerte primero. Una persona con una reputación tan arraigada en el Jianghu tiene sus propios secretos. Nadie quiere exponer su privacidad al público. No es tan simple como piensas.
—No importa si ella no quiere charlar.
El Pequeño Martín Pescador no se preocupó, con un poco de arrogancia:
—No hay chisme que este tesoro no pueda averiguar. Solo deja que las aves la vigilen.
—Eso eres tú, siempre entusiasta de los chismes.