Lin Baiyi se quedó sin palabras ante los dos ancianos. Aunque en verdad era un gran asunto que el brazo de Ya Guman pudiera sanar, ¿era necesario que se lo siguieran enfatizando a él?
—Papá, no soy un niño como la chica Qing, ¿acaso no lo sé yo? —Él refutó a su madre con firmeza.
—¿Cómo iba a saber yo si tú lo sabes o no? Me preocupa que si no te contienes y comienzas a discutir con los de afuera, podrías dejar escapar este asunto —Lu Qiubo bajó su voz directora después de ver que habían entendido su punto.
—Mejor recuerden esto, si quieren que la chica Qing tenga una vida cómoda después de su matrimonio, no pueden dejar que este asunto se haga público ahora —Lin Laogeng les recordó una vez más a los dos.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Tienes miedo de que los padres de Guman nos causen problemas? —Lin Baiyi murmuró con una risotada.
Pero pronto, el atisbo de sonrisa en sus labios se desvaneció, al darse cuenta de lo que potencialmente podía suceder.