—Por supuesto, es real.
Lin Caisang preparó todo el equipo, luego cubrió el rostro de Jin An'an con un paño blanco, dejando sólo la cicatriz expuesta.
—Sin embargo, señor, necesito su garantía de que este procedimiento sólo se utilizará donde sea necesario. Si se utiliza para el mal, no lo permitiré y puedo recuperarlo.
—Claro, claro, prometo que no lo usaré para el mal —prometió el viejo doctor.
Su integridad era la razón por la que el emperador confiaba lo suficiente en él como para mantenerlo a su lado.
Había escuchado cómo los médicos imperiales se habían unido contra Lin Caisang ese día, si él hubiera estado allí, no se habrían atrevido a ser tan audaces; los habría abofeteado y puesto en su lugar.
—Hablemos de esto más tarde, señor. ¿Recordó todos los instrumentos que le mostré? —Lin Caisang le preguntó.
—Sí, puedo recordarlos para usted.
El viejo doctor fue cuidadoso y repitió los nombres del equipo a Lin Caisang antes de dejarla comenzar.