—¡Ya Yuju, dame un respiro!
Ya Molian no dijo una palabra. En cambio, fue Ya Enxi, quien acababa de apresurarse desde afuera, quien entró al patio y miró con desprecio a Ya Yuju.
—¿No sabes que al Hermano Molian le importa la limpieza? Cada vez que armas un escándalo en su casa, tiene que pedir a mi Beidou y a Piao'er de la casa de Yufeng que limpien todo de nuevo, para fregar la suciedad que has dejado atrás.
—¿Qué has dicho?!
Al oír esto, Ya Yuju abrió mucho los ojos, mirando como campanas de cobre a Ya Enxi.
—Dije que las comidas que cocinaste en la casa del Hermano Molian se las han dado todas a los cerdos salvajes en las montañas. Incluso los platos y palillos han sido reemplazados por unos nuevos. Ah, y ¿alguna vez has visto al Hermano Molian usar alguna de las prendas que le has lavado? Todas han sido metidas en la estufa y quemadas hasta quedar limpias.
Ya Enxi, temiendo que no hubiera escuchado claramente, lo dijo todo en voz especialmente alta.
—¡Tú–