Jessica yacía enroscada en el frío suelo de piedra de su habitación, su cuerpo temblaba mientras olas de dolor la atravesaban. La agonía se sentía como si la estuviera desgarrando desde adentro. Sus dedos agarraban el borde de su cama mientras jadeaba por aire, y sus dientes rechinaban contra el dolor abrasador. Odiaba esto: la sensación insoportable que la golpeaba cada vez que sentía a Damien y a Anne juntos. Era como un puñal retorciéndose en su pecho, un agudo recordatorio de que el vínculo que tenía con Damien estaba incompleto y fracturado.
Ahora podía sentirlos, haciendo el amor. La media marca que llevaba, la que le habían impuesto a la fuerza, la conectaba con Damien de la manera más cruel. No era su compañera verdadera y, sin embargo, sentía cada destello de sus emociones, cada momento de ternura que compartía con la mujer.
Lágrimas nublaban la visión de Jessica, pero rápidamente las secó.