—¿Te atreves a señalar a mi señor con tu pata de perro, te has cansado de vivir? —sujetaba con fuerza la mano del joven maestro Defu, torciéndola hacia afuera con fuerza.
Instantáneamente, el rostro del joven maestro se contorsionó de dolor y trató de retirar su mano, pero no pudo moverla en lo absoluto.
Viendo al joven maestro revelando abiertamente su apellido, sin lograr la más mínima preocupación por parte de la oposición, el mayordomo lloró por dentro al darse cuenta de que estaban en problemas. Gotas de sudor se formaron en su frente mientras deseaba interceder, pero, al observar la gélida actitud de Defu, su garganta se apretó y no encontró las palabras para hablar.
—¿Por qué siempre hay moscas tan molestas dondequiera que vamos? Arruina completamente el ambiente. Vámonos, perdí el apetito —Daohua dejó los palillos en frustración.
Con eso, se levantó y dejó el banquete.
Xiao Yeyang también se levantó y, con una mirada indiferente al joven maestro, siguió a Daohua.