La Señora Guo vio la preocupación de su hija por Xiao Yeyang y quiso conocer más acerca de este sobrino por sí misma. Después de reflexionar un momento, levantó la cortina del carruaje y le dijo a Xiao Yeyang, que iba a caballo:
—Yeyang, acabas de estar en una pelea y debes estar cansado. ¿Por qué no vienes a descansar un rato en nuestro carruaje?
Xiao Yeyang declinó instintivamente:
—Gracias por su amabilidad, tía, pero ya hemos entrado en la ciudad. Después de escoltarlas de regreso a la residencia, tendré tiempo para descansar.
La Señora Guo sonrió:
—Eres mucho más educado que cuando eras pequeño. Pero recuerda, somos familia. No hay necesidad de tantas formalidades. Ven a sentarte en el carruaje, y así podremos hablar más íntimamente.
Xiao Yeyang frunció el ceño. ¿Qué asuntos íntimos podrían tener para discutir? Rechazó nuevamente con una sonrisa:
—Te visitaré en otra ocasión, tía.