Al confirmar una vez más que no había escuchado mal, Han Yu sintió como si su mente hubiera explotado. No podía pensar en nada más, y su mente estaba llena de una luz blanca cegadora. Nunca había imaginado que llegaría un día así. Había hecho arreglos meticulosos y había trasladado especialmente a su esposa a un lugar seguro, pero aún así la desgracia había golpeado. Era toda su culpa, traer problemas a su esposa. Sin él, esas personas no la habrían tomado como objetivo.